Wednesday, April 24, 2024  |

By Ron Borges | 

LA VERDAD SIEMPRE LASTIMA

OLEKSANDR GVOZDYK QUEDÓ DEL LADO DEL GOLPEADOR EN LA TRAGEDIA EN LA QUE ADONIS STEVENSON SUFRIÓ DAÑO CEREBRAL DURANTE EL COMBATE ENTRE AMBOS EL AÑO PASADO, PERO NO VA A DEJAR QUE LA REALIDAD MÁS DURA DEL BOXEO ARRUINE SUS AMBICIONES

El boxeo es el combate mano a mano más elemental posible, y en todo combate siempre hay bajas. Pero a menudo la gente a menudo no ve la verdadera extensión del daño que sufren los boxeadores, al estar mayormente resguardados del trauma post-combate y del dolor, sin enterarse que cada vez que un boxeador se baja del ring deja un pedazo suyo ahí arriba. Esto es cierto sin importar si ha ganado o perdido, especialmente una vez que pasa de ser promesa a ser campeón.

Pero a veces, afortunadamente no muy a menudo, ese daño es tan severo que no se pueden esconder las consecuencias para el guerrero caído. Así sucedió con el ex campeón de peso semipesado Adonis Stevenson el pasado mes de diciembre en Quebec, cuando fue noqueado por Oleksandr Gvozdyk en el 11er round de lo que sería la última pelea de Stevenson.

‘Yo podría haber terminado en su lugar. Puede pasarle a cualquiera.’
– Oleksandr Gvozdyk



A sus 41 años, Stevenson había tenido el título del CMB durante cinco años y medio, defendiéndolo con éxito nueve veces. El zurdo era un pegador temible que se ganaba el respeto todo el tiempo porque podía dar vuelta un combate con un solo izquierdazo, un golpe que a menudo llevaba una fuerza demoledora.

En esa noche, Stevenson estaba al frente por un margen muy alto en una tarjeta, un margen más leve en otra, y empatado en la tercera, pero Gvozdyk ya lo había derribado una vez en el tercero (a pesar de que el referí erróneamente declaró que fue un resbalón). El retador era 10 años más joven, más fresco, y seguía un plan de batalla específico creado por su nuevo entrenador Teddy Atlas. El tiempo, creían ellos, estaba de su lado.

El plan involucraba disciplina, y un enfoque casi de guerrilla ante el combate. La idea era desgastar a Stevenson al tiempo en que se era consciente de evitar las armas más demoledoras del campeón, particularmente la zurda, hasta que Gvozdyk pudiera hacer lo que ambos habían venido a hacer al Centre Videotron, que no era otra cosa que poner en aprietos a su oponente.

Gvozdyk tuvo éxito, noqueando a Stevenson con una andanada de seis golpes en el 11er round que terminó con una terrible derecha que sacudió la cabeza del campeón hacia atrás mientras su cuerpo perdía la vertical. El referí Michael Griffin saltó y detuvo el combate mientras Stevenson colapsaba sobre sus manos y pies, su mente atribulada y sus ojos perdidos. Gvozdyk ha hecho su trabajo, pero el resultado esta vez fue más que una victoria. Esta vez se perdió algo más que un campeonato. Un hombre casi se pierde también.

Después de la pelea, Stevenson fue llevado de urgencia a un hospital local, sufriendo de un trauma agudo que requirió un coma inducido artificialmente para reducir la hinchazón en el cerebro. Mientras Stevenson luchaba por su vida, Gvozdyk se había transformado en campeón sin tener la oportunidad de celebrar.

Es natural concentrarse en el guerrero caído en semejante momento, porque nuestra atención está puesta en él. Stevenson supuestamente ha recuperado el 80 por ciento de su funcionalidad, y está actualmente trabajando en un centro de rehabilitación cerca de su casa en Montreal para mejorar su condición. A pesar de que ya no volverá a boxear, está hablando y caminando bien. Su futuro a largo plazo es incierto, pero está peleando en otro terreno, recuperando trozos de su vida cada día.

Pero ¿qué hay del guerrero aquel que quedó en pie en aquella noche de diciembre? ¿Qué decir del boxeador que cumplió su sueño, pero no pudo disfrutar totalmente del momento debido a las heridas de su oponente? ¿Qué ha sido de Oleksandr Gvozdyk?

El 30 de marzo, regresó al ring para hacer su primera defensa del título de peso semipesado del CMB. Practicante sacrificado y hombre honesto, Gvozdyk entendió que algunos se preguntarían cómo podría regresar al ring a hacer su trabajo nuevamente.

No es erróneo decir que el boxeo es «el negocio del dolor». Hay suficiente dolor para dos boxeadores en cada pelea. Después de todo, ese es el objetivo de todo esto en el nivel profesional. La teoría puede ser golpear y no ser golpeado, pero la mejor descripción del trabajo de un boxeador fue dada por el mejor boxeador que ha existido, Sugar Ray Robinson, en una entrevista en Cleveland luego de la muerte de un boxeador llamado Jimmy Doyle. Doyle había fallecido 17 horas después de que Robinson lo noqueara hasta dejarlo inconsciente.

El médico Samuel Gerber le preguntó a Robinson, “¿Usted trató de poner en problemas a Doyle?” Robinson replicó «señor, es mi trabajo ponerlo en problemas».

Es la realidad del boxeador. Ellos hacen su trabajo en el ambiente menos mentiroso de todos los deportes. Dentro de ese ensogado, no hay espacio para la mentira. Los boxeadores entienden el riesgo.

Por eso, para Gvozdyk, no había espacio donde esconderse de la verdad. El boxeador debe aceptar su destino, sea cual sea, y luego elegir. Después de Stevenson, ¿estaba Gvozdyk aceptando esos riesgos nuevamente?

¿Cómo puede seguir peleando después de rezar tantas noches por la recuperación de Stevenson? ¿Cómo puede mantenerse leal al oscuro arte que ambos habían elegido? La única manera era decir la verdad total.

«No fue placentero, este asunto, pero no quiero ser hipócrita y decir que no pude dormir. No quiero lastimarlo de ese modo, pero él hubiese hecho lo mismo. Yo podría haber terminado en su lugar. Puede pasarle a cualquiera», dijo Gvozdyk una semana antes de defender exitosamente su título ante Doudou Ngumbu, cuatro meses después de su pelea con Stevenson.

«Hay gente que ha criticado al árbitro. Dicen ‘dejó que le pegue demasiado. Debió haber parado la pelea’. Pero si lo hubiese hecho, dirían que detuvo el pleito muy rápido. Hizo su trabajo lo mejor que pudo. Yo hice mi trabajo igual.

«Ningún boxeador quiere que otro boxeador quede así de lastimado. Nosotros queremos ganar, pero no queremos esto. Sabemos el riesgo que tomamos».

Para algunos, esto puede sonar frío o muy cruel, pero no lo es. Gvozdyk habló con compasión sobre Stevenson y su familia, y subió a las redes un video deseándole lo mejor después de la pelea. Pero es innegable que Stevenson fue al frente demasiadas veces cuando sus oponentes estaban lastimados, no para destruirlos, pero sí para ganar. Así es como noqueó a 24 de sus 32 oponentes en una carrera en la que cumplió sus sueños a expensas de los sueños de otros hombres.

‘En el ring, tu trabajo es lastimar a alguien. Luego, al final del día, te abrazas con el otro en un momento honesto de respeto.’
– Teddy Atlas

Ahora, Gvozdyk ha alcanzado el suyo, pero su capacidad para celebrar quedó ahogada porque, verán ustedes, en el ring de boxeo rara vez las muertes se dan de a una. La mayoría de las veces vienen en pares. ¿Acaso no sienten dolor ustedes mismos al ver algo de esta naturaleza?

«Fue el logro de mi vida, pero hay un dicho en ruso», dijo Gvozdyk, quien nació en Ucrania pero vive ahora en California. «Una cucharada de mugre en un barril de miel».

Cuando su campamento de entrenamiento reabrió en febrero para prepararse para Ngumbu, Atlas mantuvo el ojo puesto en Gvozdyk, porque una cosa es decir que has procesado ya lo que sucedió en Quebec, y otra muy distinta es realmente haberlo logrado. Uno puede decir que «todos conocemos los riesgos», pero después de vivir de un lado de ese riesgo (el lado del sobreviviente, que muchos no ven) es diferente lidiar con esto.

Por eso, Atlas lo vigiló de cerca al principio, entendiendo que algunos boxeadores ya no vuelven a ser los mismos luego de hacerle daño a otro hombre más allá de lo que esperaban. Él estaba buscando las sombras. Buscando dudas. Esperando para ver si su boxeador seguía siendo un peleador.

«Miramos la pelea antes que nada», dijo Atlas. «Lo estaba mirando para ver cómo reaccionaba. Vió cuando atrapó a Stevenson con una izquierda muy dura en el 10mo round. Dijo ‘él me lastimó. Eso fue un error’. Miramos hasta el final. No dijo mucho.

«Desde que conocí a Alex, siempre me ha impresionado su fortaleza mental. Si vas a continuar haciendo esto, tienes que continuar haciéndolo, o ya no serás un boxeador. No hay un término medio donde puedas sentirte seguro. Cuando te pones las zapatillas de boxeo, ya sabes por qué te las pusiste. Son zapatillas de boxeo, no son zoquetes de ballet clásico. Son para boxear. Así que hay que salir y hacer el trabajo.

«Vas a subir a ese ring y practicar durante ocho semanas para encontrar una manera de que tu rival no te conecte y que puedas conectarlo tú.Luego te abrazas cuando se termina, y los dos saben por qué.

«En el ring, tu trabajo es lastimar a alguien. Luego, al final del día, te abrazas con el otro en un momento honesto de respeto. Ellos saben lo que han tenido que pasar y sobrevivir. Ellos saben qué hubiese podido pasar. Si esa noche llega y no pueden abrazarse porque uno ha recibido demasiado daño, ¿cómo te preparas para eso? Uno siente lo mismo cuando abraza a esos otros boxeadores. Te das cuenta de que podrías haber sido tú. Al mismo tiempo, desearías que esa noche hubiese sido como todas las demás noches. Pero no puedes cambiarlo.

«Después de la pelea, vino a mi casa, y uno de sus brazos estaba totalmente morado. Fue por los golpes de Stevenson. Todo el brazo, hasta el bíceps. Color púrpura profundo. ¿Y sabes qué me dijo? Dijo ‘estoy contento de que no me haya pegado aquí’, y señaló su mentón. Eso fue todo lo que dijo. Es un tipo frío en el ring. Mantiene su concentración. La mantuvo durante la pelea con Stevenson aun cuando sus brazos estaban lastimados. Aun cuando estaba abajo en las tarjetas. Bajo presión mantuvo la calma.

«Entiende lo que todos los boxeadores entienden. El otro tipo va a tratar de hacer esto con nosotros. Ese es el común denominador en el boxeo. Es la razón por la cual se abrazan después de la pelea. No es como intercambiar camisetas después del partido, como en otros deportes. Es el alivio parcial. ‘Llegamos hasta acá’. Cuando uno no lo hace, te das cuenta de por qué te abrazaste con todos esos boxeadores. Y eso es todo.

«No es frío. Es la realidad de este negocio. Vas y rezas en privado y esperas que se mejore. Y luego te preparas para hacerlo todo de nuevo. Si tenemos una chance de lastimar al otro tipo, lo hacemos. Es nuestra obligación. Es la obligación del otro también. Ambos lo sabemos. Alex ha pasado por muchas cosas difíciles. Esta es otra de esas cosas difíciles que ha encontrado la manera de superar».

Esas cosas difíciles comenzaron cuando Gvozdyk estaba creciendo en Ucrania. Era un muchachito cuando el país se independizó de Rusia durante el colapso ruso, un tiempo turbulento en el que el PBI perdió el 60 por ciento de su valor, y una inflación de cinco dígitos aplastó a la mayoría de los ciudadanos. El crimen y la corrupción abundaban. La vida era difícil, y esa era una de las razones por las cuales el país se transformó en un semillero de boxeadores de primer nivel mundial. Los peleadores se crían en tiempos difíciles.

A sus 10 años de edad, Gvozdyk era fanático de las peleas de Bruce Lee, y terminó yendo con un amigo a un gimnasio de kickboxing. Pronto se fue inclinando más por el boxeo, pero no para transformarse en boxeador.

«Yo solamente quería ser más duro y tener más confianza», recordó. «Si la gente sabe que estás en un gimnasio de boxeo, automáticamente piensan que eres el tipo más duro».

Gvozdyk fue al gimnasio solo, y cuando regresó a su casa y le contó a su familia ‘hubo un gran drama con mi abuela y mi madre». Su abuelo le advirtió: ‘La primera vez que te peguen en la nariz, vas a salir corriendo a casa’. No lo hizo.

«En los primeros cuatro años no fue sistemático», recuerda. «Fui solo y entrené solo. El cincuenta por ciento del tiempo estaba entrenando, el otro cincuenta yo era un chico normal. Pero a los 15 años me di cuenta que entrenando así nunca tendría éxito.

Pasarían siete años antes de que se transformara en campeón nacional en Ucrania, una victoria que le permitió abandonar su trabajo nocturno como portero de un bar, porque el gobierno le pagaba un pequeño estipendio para concentrarse en el boxeo. Eso rindió sus frutos.

«Ese fue el punto de quiebre», dijo. «Quizás fue la primera vez que me vi a mí mismo como boxeador».

Gvozdyk terminaría ganando tres campeonatos nacionales, lograr marca de 9-0 en la World Series of Boxing peleando para el equipo Dynamo Moscow y ganaría la medalla de bronce en las Olimpíadas del 2012, en un combate controversial que terminó en empate pero que perdió en lo que se llama «recuento». Otros lo llaman simplemente robo.

Para entonces, tenía 25 años, pero todavía no tenía idea de hacerse profesional. Ganó su primer torneo amateur al siguiente año, no mucho después de que su amigo Vasily Lomachenko firmara profesionalmente con Bob Arum. Una luz se encendió.

«Hasta tres meses antes de firmar mi contrato, nunca pensé que sería profesional», dijo Gvozdyk. «Yo era amigo de Lomachenko. Cuando él se hizo profesional, yo pensé ‘¿por qué no?’.

Gvozdyk vs. Yunieski Gonzalez.

Se mudó al sur de California y comenzó a entrenar en el gimnasio de Robert García. Las transiciones del amateurismo al profesionalismo, y de Ucrania a California fueron difíciles, pero «interesantes”.

«Me gusta descubrir cosas nuevas», dijo Gvozdyk. «Nunca me sentí extranjero».

En dos años, Gvozdyk noquearía al ex retador Nadjib Mohammedi en el MGM Grand en Las Vegas, y en cuatro años ganaría el título interino del peso semipesado del CMB con un fallo unánime por sobre Mehdi Amar. Pero con un choque de campeonato ante Stevenson en su horizonte, sintió incomodidad por su crecimiento como boxeador, una falta de comodidad que lo llevó a buscar a Atlas, quien había dejado de entrenar boxeadores tras el retiro de Timothy Bradley.

Atlas había sido analista de boxeo de ESPN durante más de 20 años, pero se había alejado del lado usualmente oscuro del negocio del boxeo. Tuvo éxito con Bradley, pero ya había salido de su retiro para entrenarlo, y no tenía interés en revisitar esa parte de su vida en el boxeo por cualquier otro boxeador.

«Había perdido la fe en el negocio», dijo Atlas.

Aun así, aceptó pasar dos días con Gvozdyk ante la insistencia de sus hijos, quienes le dijeron que él era un maestro malgastando sus buenos dones, dejando que se pierdan en el aire. Atlas había sido durante mucho tiempo uno de los críticos más abiertos del boxeo, diciendo verdades en un mundo de verdades a medias, por lo cual le advirtieron a Gvozdyk que no lo contrate. Pero su manager Egis Klimas creía que Atlas podía ayudarlo, y pronto sintió lo mismo. El problema era convencer al entrenador.

«Fue realmente difícil al comienzo», dijo Gvozdyk. «El estilo de Teddy fue diferente, pero eso fue la parte menos difícil. Me sentí como un novato la primera vez que estuve en el gimnasio con él.

«Solía trabajar mucho y no pensar en lo que estaba haciendo, ni por qué lo hacía. Me detuvo el guanteo muchas veces para explicarme qué es lo que hacía mal. Me exigió que me concentre del primer al último minuto. Es un tirano. Pero es un tirano inteligente.

«Si quieres obtener algo nuevo, tienes que escucharlo y estar abierto a eso. Mucha gente me dijo que era un error cambiar de entrenadores antes de la mayor pelea de mi vida, pero lo crucial fue que yo confié en él».

La pregunta al principio fue si Atlas confiaría en Gvozdyk y en el boxeo nuevamente.

Tras unos días juntos, Gvozdyk llevó a Atlas de regreso al aeropuerto para su regreso a Nueva York. No sabía todavía si lo tendría como entrenador o no, y faltaban menos de tres meses para la pelea ante Stevenson. Por eso Gvozdyk decidió hacer lo que hacen los boxeadores. Fue al frente.

«Le dije a mi entrenador que ya no estaríamos juntos”; dijo Gvozdyk. «Si Teddy me decía que no, yo estaría en problemas. Traté de ser honesto en ese primer día.

«Le dije a Teddy ‘yo conozco tu temperamento’. Si quieres gritarme y yo me lo merezco, no hay problema, pero no quiero que me digas que soy una mierda sin ninguna razón’. Se quedó mudo. Me escuchó. Me miró y me dijo ‘gracias. Es un insulto, pero gracias’. Le dije que si me entrenaba jamás se iba a arrepentir».

Dos ansiosas semanas pasaron antes de que llegara la respuesta. Atlas llamó para decir ‘pongámonos a trabajar’».

«Yo pensé que podía ayudarlo», dijo Atlas. «Sabía que la pelea ante Stevenson sería difícil. Teníamos que pelear con un enfoque disciplinado. No tenía idea de que podría hacerlo cumplir con eso. No sabía si era lo suficientemente receptivo a mis consejos. Pero si lo era, podría ganar.

«Mi siguiente pensamiento fue que no podría hacer más eso. Había cerrado la puerta después de Bradley. Alex la volvió a abrir. Se notaba que era un chico humilde. Su ego le cabe en el bolsillo. Quiere ser un grande. Me permitió confiar en el deporte nuevamente. Tengo que estar agradecido por eso.

En la pelea ante Ngumbu, Gvozdyk (17-0, 14 KOs) estuvo en control absoluto, pero a menudo se mostró en dudas ante un oponente incómodo. Estaba conectando, pero no tan seguido como Atlas pensó que debía hacerlo, cuando Ngumbu abandonó el combate inesperadamente en el quinto asalto quejándose de una lesión en el tobillo que coincidió curiosamente con la llegada de duras manos del campeón a la cabeza del retador. Luego se supo que Ngumbu tuvo un desgarro en la pantorrilla.

El monarca se mostró menos que complacido con su actuación, y afirmó que le dio a Ngumbu más respeto del que tendría que haberle dado. ¿Quién sabe la razón de eso? Nadie todavía, pero dentro del ring, el boxeo es el deporte de la verdad. Si el hombre al que apodan «Clavo» todavía está dispuesto a bajar el martillo con la misma autoridad que lo hizo ante Stevenson, eso se verá en una pelea de unificación con uno de los otros monarcas o en una defensa ante un chico bocón de Staten Island (ciudad natal de Atlas) llamado Marcus Browne.

Browne (23-0, 16 KOs) viene de una victoria sobre Badou Jack, y aparentemente quiere enfrentar a Gvozdyk. Aparentemente se tomó la presencia de Atlas en el rincón de Gvozdyk como algo personal, porque fue en los gimnasios apoyados por la fundación de caridad de Atlas que Browne descubrió su vocación.

Si eso eventualmente lleva a que Browne desafíe a Gvozdyk, las lealtades de Atlas no entrarán en conflicto, y tampoco lo hará su fe en el boxeador que él ayudó a comenzar en el deporte.

«Entrenar a alguien durante ocho semanas, tiene que ser alguien con quien uno realmente quiera estar», dijo Atlas. «Él entiende cuál es el proceso de aprendizaje. Un maestro solamente puede enseñarle a alguien que quiere aprender. Él está buscando cosas nuevas todo el tiempo. Es el boxeador más inteligente que he entrenado. Mentalmente es muy fuerte. Creo que puede transformarse en el mejor peso semipesado del mundo».

Para hacer eso, Oleksandr Gvozdyk sabe que debe tomar riesgos. Más riesgos, francamente, que los que tomó ante Ngumbu. El tipo de riesgos que lleva a los boxeadores a abrazarse cuando terminan de pelear.