Friday, April 26, 2024  |

By Thomas Hauser | 

Jabs y rectas de puño y letra

Al Haymon y Marvin Miller

Marvin Miller es una enorme figura en la historia del deporte. En 1966, cuando fue elegido como director ejecutivo de la Asociación de Jugadores de Béisbol de Grandes Ligas, los jugadores estaban atados a sus clubes por una «cláusula de reserva» que eliminaba la posibilidad de la libre negociación. Las pensiones eran insignificantes. La mayoría de los temas laborales eran resueltos por los dueños de los equipos de manera dictatorial.

En 1968, Miller negoció el primer acuerdo colectivo de trabajo en la historia de los deportes profesionales. Eso comenzó el proceso de asentar las bases de un movimiento sindical muy efectivo. En 1970, el salario promedio para un jugador de las Grandes Ligas del Béisbol era de $29.303. En 2018, era de $4.095.686.



Pero hubo un área en la que Miller le falló a los jugadores que representó. Se opuso continuamente a realizar pruebas significativas de drogas para mejorar el rendimiento. En parte, su posición se originaba en su miedo de que aquellos jugadores que usaban drogas recreativas puedan ser arrastrados por esta política. Pero como consecuencia de su intransigencia en este tema, una oleada de abuso de esteroides cubrió al béisbol. Los récords de los jugadores se vieron manchados. Los jugadores «limpios» quedaban en una desventaja competitiva. Y la salud de los usuarios estaba en problemas.

No es secreto que el uso de drogas ilegales dedicadas a mejorar el rendimiento están afectando al boxeo de hoy. Pero aquí no estamos hablando de pegarle más duro a una pelota de béisbol. Estamos hablando de boxeadores que reciben golpes más fuertes en la cabeza.

Al Haymon

Al Haymon podría dar un gran paso hacia la posibilidad de cambiar eso.

Al igual que Miller, Haymon ha generado bolsas cada vez más grandes a los atletas que representa. Pero con el paso de los años, no ha demostrado ninguna inclinación a eliminar el uso de drogas ilegales del boxeo. Por el contrario, desde una cuestionable alianza con USADA hasta proveer un paraguas protector para boxeadores que se han «perdido» sus pruebas, ha contribuido a exacerbar el problema de las drogas.

Premier Boxing Champions, más que cualquier otro promotor, controla su propio universo. PBC y sus socios televisivos – Fox y Showtime – podrían hacer la diferencia ahora si lo quisieran. Todo lo que tendrían que hacer es decir de que para combatir bajo la escudería de PBC y aparecer en Showtime o Fox, un boxeador deberá someterse a las pruebas de VADA (Asociación Anti-Doping Voluntario) durante todo el año y al azar. Un pequeño porcentaje de cada pago realizado por licencias televisivas sería suficiente para pagar por todo este proyecto.

¿Podrá Haymon presionar para obtener esto? Lo dudo. Y es una lástima. Porque si lo hace, esa sería su contribución más importante al boxeo. Siempre y cuando se mantenga el status quo de las drogas de rendimiento en el boxeo, más boxeadores – incluyendo algunos del equipo de la PBC – sufrirán daños cerebrales.

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El 26 de junio, el CMB anunció que había creado otra categoría más de «campeón mundial» y designaron a Canelo Álvarez como su primer «campeón franquicia». Esto abrió el camino para que el «campeón interino» Jermall Charlo se transforme en el «campeón mundial regular» del CMB. Tal como lo explicó el CMB, «un Campeón Franquicia disfrutará de un status especial con respecto a sus obligaciones de defensa de títulos, de sostener títulos múltiples y de competir por títulos de otros organismos tal como lo declare la Junta de Gobernadores del CMB según cada caso».

Llamemos a esto por lo que es: un desvergonzado intento por obtener más dinero por aranceles de aprobación de peleas. O algo peor.

Al crear un vacío legal para dejar exentos de sus obligaciones a los «campeones franquicia», el CMB está consintiendo a boxeadores de gran renombre que quieran evitar a ciertos rivales. Por ejemplo, Dillian Whyte ha estado clasificado como el retador No. 1 en el peso pesado por el CMB durante más de 600 días. Pero si el CMB determina que Deontay Wilder es un «campeón franquicia», entonces Wilder no tendrá la obligación de enfrentar a Whyte. Eso abriría la puerta para que Whyte pelee por el campeonato «mundial» del CMB, y así la gente de Whyte estaría satisfecha. Pero el boxeo se vería perjudicado en ese proceso.

Carlos Acevedo escribió «a pesar de que los organismos rectores son muy corruptos, insensibles y avaros, ellos no actúan de manera aislada a la realidad. Son parte de la industria del boxeo, y están sostenidos por todos aquellos que están involucrados en el negocio del boxeo, de arriba a abajo».

Eso es muy cierto.

Mientras tanto, si los organismos rectores hubiesen estado funcionando a este ritmo en el pasado, ésta es una muestra de cómo luciría la división de peso pesado:

Campeón Franquicia: Joe Louis

Súper Campeón Mundial: Jersey Joe Walcott

Campeón Mundial Diamante: Ezzard Charles

Campeón Mundial Regular: Lee Savold

Campeón Mundial Emérito: James Braddock

Campeón Mundial en Receso: Arturo Godoy

Campeón Mundial Dorado: Tami Mauriello

Campeón Mundial Plata: Lee Oma

Campeón Mundial Interino: Tony Galento

Todos ellos estarían pagando aranceles por sus peleas de título. Creo que la mafia que manejaba el boxeo en aquellos días nunca realmente pudo maximizar sus ingresos.

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Jim Bouton, el extrovertido lanzador cuyo récord de grandes ligas llegó a su mejor momento al acumular un registro de 2-7 y 2.53 ERA para los New York Yankees en 1963, falleció este pasado 10 de julio a sus 80 años.

Bouton tenía una gran consciencia social y la expresaba continuamente. Jugó para los Yankees entre 1962 y 1968, y luego lo hizo brevemente para los Seattle Pilots, Houston Astros y Atlanta Braves. Pero su mayor contribución al deporte fue su autoría de sus memorias, tituladas «Ball Four» (Cuarta bola).

Ese libro recorre en una crónica la carrera de Bouton en las grandes ligas hasta el final de la temporada de 1969. La mayor parte de esto fue dedicada a sus años con los Yankees, cuando los Bombarderos del Bronx liderados por Mickey Mantle, Yogi Berra, Roger Maris y Whitey Ford dominaban el mundo de la pelota.

El libro da por tierra con la cuidadosamente cultivada imagen de los jugadores de grandes ligas vistos como si fuesen monaguillos. Recoge en detalle algunos sórdidos episodios, desde los hábitos mujeriegos de muchos jugadores hasta las costumbres de otros que salían al campo de juego con una terrible resaca producto de una borrachera la noche anterior. Apunta a varios gerentes y dirigentes no muy brillantes, y critica una estructura económica represiva que deja a los jugadores a merced de la avaricia de los dueños de los clubes. Es un libro enriquecedor, emotivo y divertido.

El mundillo del béisbol y muchos de los jugadores que acompañaron a Bouton en aquellos años vieron a «Cuarta bola» como una traición al código de silencio característico de los deportes profesionales de aquel momento. Dick Young (columnista de la vieja guardia del New York Daily News) lo calificó como un «leproso social». Cuando Pete Rose vio a Bouton, le gritó «vete al carajo, Shakespeare».

Pero a la gente le encantó. Después de una pequeña tirada de 5000 copias, Cuarta bola superó la marca del millón de ejemplares en ventas y se transformó en parte de una revolución que cambió el mundo del periodismo deportivo. En 2002, Sports Illustrated lo clasificó en el 3er puesto de la lista de los mejores libros de deportes de todos los tiempos.

Todos los fanáticos del deporte y los periodistas especializados (incluyendo fanáticos y periodistas de boxeo) tienen una deuda de gratitud con Jim Bouton.

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Un recuerdo extravagante de Pernell Whitaker, quien falleciera luego de ser atropellado por un auto en Virginia Beach el pasado 14 de julio:

Whitaker fue un gran boxeador en una era en la que la grandeza tenía que ganarse en el ring en lugar de ser otorgada por la publicidad. Luego de ganar una medalla de oro en las Olimpíadas de 1984, ganó cuatro títulos mundiales en cuatro divisiones como profesional, y se adueñó de la cima de la lista de los mejores libra por libra hasta ser suplantado por Roy Jones Jr.

Pernell fue honrado en dos oportunidades por la Asociación de Periodistas de Boxeo de Estados Unidos como «Boxeador del Año». En la primavera de 1994, yo estuve en la segunda de esas ocasiones. La recepción previa a la cena VIP ya estaba encaminada. Y una de las uñas de mis manos se había cortado y me estaba incomodando. Yo tenía una pequeña lima de uñas en un bolsillo del traje. Pero no tenía ganas de alejarme de la fiesta para ponerme a limarme las uñas en el pasillo, y tener que volver a pasar por el control de seguridad antes de entrar a la fiesta nuevamente. Por otra parte, limarme las uñas en medio de una sala llena de gente ligada al boxeo no me parecía una buena idea. Por eso me fui a un rincón, saqué la lima de mi bolsillo y comencé a limarme lo más disimuladamente posible.

Ahí fue cuando Whitaker pasó caminando, giró y me dijo «ah, que bien. ¿Puedo usar eso? Tengo una uña que me está volviendo loco».

Que sean otros los que recuerden a Pernell Whitaker en el ring haciendo lo suyo ante Julio César Chávez, Azumah Nelson y Buddy McGirt. Yo lo recordaré por la noche en la que me pidió prestada la lima de uñas.

La dirección de correo electrónico de Thomas Hauser es [email protected]. Su libro más reciente, titulado A Dangerous Journey: Another Year Inside Boxing, ha sido publicado por la editorial University of Arkansas Press. En 2004, la Asociación de Periodistas de Boxeo de Estados Unidos honró a Hauser con el Premio Nat Fleischer a la excelencia en el periodismo de boxeo.