Tuesday, April 16, 2024  |

By Brin-Jonathan Butler | 

Los boxeadores profesionales cubanos a menudo son afectados por el mismo talento que los hizo famosos como amateurs

El 10 de agosto, el dos veces campeón olímpico Robeisy Ramírez tuvo su debut profesional televisado por ESPN en un combate a cuatro asaltos en Filadelfia. El muy elogiado cubano de 25 años de edad enfrentaba a Adan Gonzales, un obrero del ring elegido a dedo y nativo de Denver, con registro de 4-2-2.

Robeisy Ramírez recibe instrucciones entre rounds durante la final de peso gallo en las Olimpíadas del 2016, disputada ante Shakur Stevenson. Ramírez ganó el combate, y con él su segunda medalla dorada olímpica.

Mientras Ramírez entraba al ring con una bandera cubana aferrada a un guante y una bandera estadounidense en el otro, el comentarista de ESPN Joe Tessitore recitó brevemente las injusticias que Ramírez había sufrido en su Cuba natal desde su nacimiento: “Robeisy Ramírez vivió toda su vida envuelto en la basura del régimen comunista, y ahora gracias a un grupo de comprometidos liberadores del estado de Florida, tiene esto». Antes de entrar en la pelea, el peligroso escape de Ramírez desde Cuba a los Estados Unidos vía México, auspiciado por un humanitario esfuerzo empresarial en Florida, había sido relatado en un largo artículo escrito por Greg Bishop en Sports Illustrated. Mark Kriegel había hecho un perfil de Ramírez y su viaje en un video promocional para ESPN titulado «De Cuba al estrellato: el ascenso de Robeisy Ramírez.” Top Rank había firmado un contrato multi-anual con Ramírez en mayo pasado. El CEO Bob Arum comparó las expectativas que rodean a Ramírez con las que generó el último doble medallista dorado olímpico que contrató, Vasiliy Lomachenko, quien hoy es reconocido como el mejor boxeador libra por libra en el planeta. «Esperamos el mismo destino para Robeisy», explicó Arum. «Es realmente un talento especial”. La cobertura aportó el tipo de atención al cual muy pocos atletas de cualquier deporte pueden recibir antes de entrar al profesionalismo. Su narrativa, al igual que la de muchos boxeadores cubanos exiliados antes que él (Orlando “El Duque” Hernández, Yuriorkis Gamboa, Yasiel Puig) fue articulada para que trascienda el deporte e ilumine las muchas virtudes reconfortantes de los Estados Unidos de brazos abiertos esperando darle a alguien como Ramírez un nuevo hogar y una oportunidad para florecer.

Un oponente de quien nadie había escuchado a hablar (y a quien trajeron meramente para exhibir el talento de Ramírez) terminó por exponer sus limitaciones en lo que respecta a espíritu y voluntad.



Pero apenas 22 segundos después del comienzo del combate, González ya había anotado una caída ante el muy favorito fenómeno cubano. Con su cabello platinado, la expresión indiferente de Robeisy aceptando el conteo del árbitro se asemejaba a la de Zack Morris, de la serie «Salvados por la campana», recibiendo una reprimenda de parte del preceptor de la escuela por llegar tarde a clase.

Pero el embrujo que las credenciales de Ramírez y la prensa habían impuesto a la opinión pública se evaporaron pronto, porque los fanáticos pudieron ver con sus propios ojos lo que estaba sucediendo justo frente a sus ojos. Ramírez no entró en pánico, ni mostró señales de urgencia para recuperarse, sino que sorprendentemente su respuesta a su caída tan rápida fue mostrar desprecio y, acto seguido, apatía. A pesar de haber ganado sus primeras 129 peleas amateur y haber derrotado a competidores de élite como Shakur Stevenson, Michael Conlan, Murodjon Akhmadaliev y Tugstsogt Nyambayar (todos ellos invictos como profesionales hoy en día), pareció estar perplejamente poco motivado al simplemente realizar una actuación mecánica ante el desconocido Gonzales.

Hace ocho años, vi a Ramírez sorprender a sus compatriotas al ganar su primer campeonato nacional en Cuba a sus 17 años. El espíritu y el impulso que mostró mientras peleaba por unos $20 mensuales de sueldo tuvieron muy poca comparación con los del boxeador que subió a un ring en Filadelfia con millones de dólares en juego a futuro en una carrera que apenas comienza. Todas esas credenciales no fueron más que un preámbulo vacío, porque quedó en claro desde la campana inicial que el libro de historia de Ramírez seguramente no será escrito como se esperaba.

A medida que los rounds avanzaban, la actuación de Ramírez fue tan poco inspirada, y su condición física y su preparación para esa noche fueron tan evidentemente mal dirigidas, que básicamente se dedicó a sobrevivir para conformarse con una derrota por fallo dividido que clasifica muy alto en la lista de notables debacles de leyendas cubanas, casi compitiendo con la humillación en seis asaltos sufrida por el legendario Jorge Luis González en 1995 ante Riddick Bowe. González, de 2.05 mt de estatura, había derrotado a Bowe en el amateurismo (derribándolo cuatro veces en ese combate), además de Lennox Lewis, Tyrell Biggs y Teofilo Stevenson, antes de que Bowe expusiera las limitaciones del cubano como profesional. Nadie en el mundo del boxeo, empero, confundiría a Adan Gonzales con Riddick Bowe. El problema con Ramírez es que un oponente de quien nadie había escuchado nada nunca (y que era casi un invitado de lujo para que Ramírez muestre su genialidad) terminó exponiendo sus limitaciones de espíritu y voluntad, dos virtudes que uno esperaría que tuviera en abundancia dada la situación de la cual escapó para ingresar al profesionalismo en Estados Unidos.

Luego de toda la hipérbole y la cobertura de prensa alrededor de Ramírez y su extraordinaria historia de recuperación, sus más duros críticos han recibido un puñado fresco de municiones para atacarlo. Luego de dejar su tierra y abandonar a sus tres hijas para sobrevivir seis largos meses en México, Ramírez fue forzado a evitar la amenaza de un secuestro por parte de cárteles de la droga que lo hubiesen subastado al mejor postor. El senador Marco Rubio fue contactado para facilitar el ingreso de Ramírez a los Estados Unidos. Una pequeña fortuna fue necesaria para cubrir los enormes gastos legales y mantenerlo a flote hasta que llegara a cruzar la frontera. Y, aun así, todo ese esfuerzo y sacrificio para lograr el debut de Ramírez en Filadelfia, ¿y fue ésta la actuación que Ramírez pudo lograr para hacer valer todo lo que él y tanta otra gente hizo para darle esta oportunidad?

No es la primera vez que un atleta cubano con un talento tan obvio y una motivación tan grande ha desaprovechado inexplicablemente su boleto hacia el estrellato y la riqueza. En algunos irónicos casos, empero, es la actitud estadounidense hacia esos extraordinarios talentos, expresada en la muy maliciosa expresión «estilo cubano», lo que sienta las bases para un shock bastante diferente.

Casi dos meses antes de que la carrera de Ramírez se despistara tan espectacularmente en Filadelfia, otro legendario doble campeón olímpico cubano, Guillermo Rigondeaux, a sus casi 40 años de edad, peleó contra un duro retador mexicano como Julio Ceja en Las Vegas con el fin de mantener viva su carrera una década después de huir de Cuba, tras ser etiquetado personalmente como «Judas» y «traidor» ante su pueblo por el mismo Fidel Castro. Desde que Rigondeaux se hizo profesional en 2009, quizás ningún otro boxeador ha sido más criticado públicamente por periodistas y promotores. Y esto es así aún a pesar de que su única derrota profesional sucedió a fines del 2017 ante un mucho más grande y más joven Lomachenko, dos divisiones por encima de la cual Rigondeaux ganó sus títulos y obtuvo su más notable victoria, un desmantelamiento total de Nonito Donaire: en el Radio City Music Hall en 2013. Casi inmediatamente después de hacerse profesional, Rigondeaux pareció ejemplificar todo lo que los fanáticos estadounidenses desprecian sobre el estereotipadamente metódico y frío estilo cubano. Paradójicamente, luego del éxito y la exposición que le valió su victoria sobre Donaire, la carrera de Rigondeaux nunca se ha visto tan manchada o ridiculizada. Extrañamente, se ha transformado en el personaje más marginado del boxeo en una era en la que se celebró la majestuosidad de un brujo defensivo incluso más temeroso del riesgo que Rigondeaux, como lo fue Floyd Mayweather Jr.

Erislandy Lara, quien escapó de Cuba en 2008, es otro amateur muy condecorado que a menudo ha tenido problemas, a pesar de su formidable talento, para ser aceptado como profesional. Su combate en 2018 ante Jarrett Hurd deleitó a los fanáticos que a menudo criticaban el estilo «aburrido» de Lara.

La entrevista de Ramírez en 2019 a fin de lograr su ingreso a los Estados Unidos tuvo lugar en Tijuana, México, que también fue el lugar donde se hizo la primera pelea de Rigondeaux que yo vi en persona en 2010, unos diez meses y seis peleas después del comienzo de su carrera, mientras me embarcaba en la escritura de su biografía que di en llamar «A Cuban Boxer’s Journey: Guillermo Rigondeaux, from Castro’s Traitor to American Champion», y que fuera publicada en 2014. Yo había conocido a Rigondeaux en La Habana poco después de su intento de escape en 2007, durante los Juegos Panamericanos en Brasil. Castro lo había sacado del equipo olímpico para competir en Beijing, y esencialmente Rigondeaux había cometido suicidio social al buscar su escape de la isla. Al igual que Ramírez, casi inmediatamente después de llegar a los Estados Unidos, Rigondeaux había firmado con Top Rank y ya era presentado por Bob Arum como un extraordinario talento que merecía ser presentado ante el público más grande posible. Y, aun así, el canto de la multitud mexicana aullando la palabra “Bicicleta! ¡Bicicleta! ¡Bicicleta!» en el Auditorio Municipal deTijuana era una señal de lo que se venía para Rigondeaux: la yuxtaposición de su suprema e innegable habilidad con la casi unánime desaprobación y desprecio del público de boxeo más exigente. El odio llegó a su apogeo cuando el dominio de Lomachenko y una mano lastimada forzaron a Rigondeaux a abandonar la pelea en su banquillo luego de seis rounds de acción. El futuro de su carrera a sus 37 años pareció ser muy oscuro. Luego de 13 meses de inactividad, se recuperó con un triunfo por nocaut ante Giovanni Delgado. Ganó un total de $25.000 dólares según un reporte, una mera fracción de su mejor bolsa de $750.000 obtenida ante Donaire en 2013, y una decimosexta parte de los $400.000 que ganó ante Lomachenko.

Luego llegaría la pelea eliminatoria para disputar el título de peso pluma junior del CMB ante Ceja el pasado 23 de junio, una de las más inesperadas peleas de ida y vuelta llenas de acción que hemos tenido en el año. Rigondeaux, uno de los más grandes genios defensivos del boxeo y un impecable cirujano de la «dulce ciencia», tiró por la ventana todo lo que sabía sobre estilo y técnica, y peleó como si estuviese en un casting para personificar a Arturo Gatti en una película biográfica. Luego de superar una andanada de bombazos en el comienzo del primer round, Ceja aceptó el desafío de plantarse a tirar golpes de parte de Rigondeaux, de 38 años de edad, y procedió a lanzar y conectar más que el legendario, pero ya envejecido peleador cubano. Rigondeaux, malévolamente calculador y evasivo a lo largo de su carrera en el ring, abandonó cualquier pretensión de estar armando una trampa o embarcándose en una estrategia abarcativa, y contentándose en lugar de eso con intercambiar golpes potentes aún luego de haber sido repetidamente sacudido por golpes duros y estar claramente abajo en las tarjetas. Podría ser solamente una ligera exageración decir que recibió más castigo en los primeros siete rounds que disputó ante Ceja que los que soportó en toda su carrera profesional, y posiblemente podríamos incluir también toda su carrera amateur, ya que estamos. Esto es lo que hizo que esta pelea sea tremendamente atrapante. En los segundos finales del octavo asalto, luego de que ambos boxeadores fueran penalizados por golpes bajos, Rigondeaux lanzó una terrible izquierda que envió a Ceja de espaldas a las lonas. Luego de que el mexicano se pusiera valientemente de pie a la cuenta de seis, el árbitro lo miró a sus mareados ojos y detuvo el surrealista combate.

Posteriormente, Rigondeaux ofreció una explicación sobre su nuevo estilo:

«La gente me está diciendo que yo me subo a la bicicleta y corro mucho», dijo. «Eso no es cierto. Yo demostré que puedo pelear a la corta distancia. La izquierda llegó y eso fue lo que terminó la pelea».

Dadas las lucrativas oportunidades e incentivos que Rigondeaux ha tenido en sus combates anteriores para demostrar su nuevo estilo de pelea callejera apto para todo tipo de fanáticos, parece poco probable que las críticas a su estilo hayan terminado ocasionando este cambio tan tarde en su carrera. La explicación más plausible es que Rigondeaux, a su edad, ha decaído físicamente lo suficiente como para tener poca habilidad para emplear el estilo que lo transformó en un paria en el deporte.

Al igual que Ramírez, Rigondeaux arriesgó su vida dejando atrás a su familia hace ya una década en Cuba (una esposa y dos hijos) para tener una oportunidad de pelear profesionalmente en los Estados Unidos. Dijo que su viaje en lancha rápida en compañía de traficantes humanos fue el evento más traumático de su vida. Yo entrevisté ilegalmente a su familia en el 2011 en su residencia anterior en La Habana. Ellos esperaban reunirse con él algún día, y me dijeron que él les envía dinero de sus bolsas para ayudarlos a sobrevivir. El padre de Rigondeaux lo desheredó como hijo por traicionar los ideales de la revolución cubana cuando intentó huir en el 2007, mientras que su madre apoyó por completo su viaje a los Estados Unidos. Ambos ya han fallecido desde que Rigondeaux llegó a Florida para comenzar su nueva vida. El gobierno cubano prohíbe durante ocho años el regreso de los atletas que han huido de la isla.

Ramírez y Rigondeaux son responsables por cuatro de las 37 medallas doradas que Cuba ha ganado (73 en total) desde que Fidel Castro prohibiera los deportes profesionales en la isla en 1962. Cuba, a pesar de ser una nación empobrecida con apenas 11 millones de habitantes, ha sido uno de los países más dominantes del planeta en el boxeo amateur desde la mayor parte de todo este tiempo. Ramírez es apenas el más reciente ídolo cubano en escapar el notable sistema que los ayudó a surgir. En muchos modos, Rigondeaux superó enormes dificultades para asegurarse una modesta fortuna (según los estándares del boxeo) en ganancias de por vida, y mientras tanto se transformó en uno de los boxeadores cubanos más exitosos de todos los tiempos en el profesionalismo. Ciertamente fue uno de los más temidos y evitados. Y aún así, el legado de Rigondeaux sugiere también una advertencia que Ramírez, cuya cabeza puede haber estado demasiado inflada por su éxito en el amateurismo, pueda considerar con seriedad: que la tragedia de dejar atrás tanto de lo que lo hizo cubano podría ahora requerir el abandono de otra pieza más de su identidad: la mentalidad, actitud, y en algún modo incluso la práctica del mismísimo «estilo cubano», si es que quiere encontrar el éxito duradero en el país por el cual dejó todo atrás. Rigondeaux puede haber aprendido esa lección a tiempo para ganarse un último cheque. Hacer lo propio podría ser la única chance de Ramírez para lograr su redención.

Brin-Jonathan Butler ha escrito para Esquire, Bloomberg, ESPN Magazine, Al Jazeera, Harper’s, The Paris Review, Salon, y Vice. Su primer libro, The Domino Diaries, fue finalista para el Premio PEN/ESPN de periodismo deportivo literario y para el premio al Mejor Libro del 2015 del periódico Boston Globe. Su trabajo ha sido seleccionado tanto como en las categorías Best American Sports y Best American Travel Writing en múltiples ocasiones. Su obra más reciente, The Grandmaster, fue publicada por Simon and Schuster en 2019.