Friday, April 26, 2024  |

By Nigel Collins | 

LAS SERIES DE PELEAS DE PACQUIAO CON TRES ESTELARES MEXICANOS A LO LARGO DE NUEVE AÑOS PRODUJERON ALGUNOS DE LOS MÁS EXTRAORDINARIOS (Y TAMBIÉN ALGUNOS DE LOS PEORES) MOMENTOS DE SU CARRERA.

La última parada de la gira de prensa de la tercera pelea entre Manny Pacquiao y Juan Manuel Márquez fue en la Ciudad de México, la ciudad natal de «Dinamita», donde se presentaron 20.000 personas a saludar a los boxeadores en el Monumento a la Revolución.  Esa es una gran asistencia, incluso para un país en la que el boxeo es una gran pasión.  Por muy contra intuitivo que parezca, esos números se inflaron considerablemente con aquellos que llegaron para ver a Pacquiao.

Hubo incluso una foto enorme en tono sepia de la época de la Revolución, en la que aparecía un grupo de revolucionarios sentados en una locomotora, incluyendo a un personaje parecido a Pacquiao.

La multitud cantaba «Manny, Manny» mientras éste reía y saludaba.  Las escenas de adulación masiva eran una ocurrencia bastante común en las Filipinas.  ¡Pero esto es México! ¿Qué habrá pensado Márquez en ese momento?



«Manny Pacquiao es un ídolo en México», dijo Diego Martínez, veterano reportero de Reforma.  «Ellos fueron a verlo a él también.  Incluso cuando no está peleando contra un mexicano, hay mucho interés en las peleas de Pacquiao».

Si haces una pelea competitiva entre un mexicano y un filipino, seguramente tienes garantizada una pelea de verdad.

Quizás el ethos del machismo que ambas culturas tienen enquistado está en su raíz.  Los mexicanos y los filipinos ciertamente comparten el estilo de boxeo que ambas culturas disfrutan.  Hagan una pelea competitiva entre un boxeador mexicano y un filipino, y tendrán casi garantizada una buena pelea.  En lugar de odiar a Manny por castigar a su compatriota, los mexicanos admiran su espíritu de pelea y su estilo agresivo.

El legado de Pacquiao estará por siempre entrelazado con México y sus boxeadores.  En total, hasta la fecha ha combatido con nueve mexicanos diferentes en 15 combates, pero por siempre estará asociado a las carreras de Erik Morales, Marco Antonio Barrera y Márquez.

La serie de nueve peleas de Pacquiao con este trío de élite, que comenzó en noviembre del 2003 y concluyó en diciembre de 2012, fue un viaje de crecimiento y de gloria, salpicado por el aguijón de la derrota.  Al igual que los arqueólogos filtrando las arenas del tiempo en busca de conocimiento, evaluar las peleas de Pacquiao contra estos tres grandes es como una ventana hacia la transformación de su estilo de peleador crudo a veterano habilidoso con ambición destructiva en su interior.

Todo comenzó con el monarca de peso pluma de The Ring, Barrera, el hombre que le dio la primera y única derrota al «Príncipe» Naseem Hamed.  Fue un ídolo popular en ambos lados de la frontera, y estaba clasificado tercero en el ránking libra por libra de The Ring antes de su pelea ante Pacquiao, el 15 de noviembre del 2003, en el Alamodome de San Antonio.

Fue una golpiza unilateral desde el comienzo, y fue empeorando a medida que progresaba la pelea.  Debió haber sido difícil para los 10.127 fanáticos de Barrera poder aceptar el hecho de que un chiquillo de sonrisa socarrona y bigote desprolijo estuviese dándole una golpiza a Barrera.

Su ídolo estaba siendo emboscado, con aviso y en justicia, pero emboscado al fin.  Barrera no entendió completamente lo que tenía enfrente hasta que fue demasiado tarde.  Al igual que las llamas dibujadas en sus pantalones, el Pac Man estaba encendido, y su ferocidad era apabullante.

Barrera fue derribado en el tercer y 11er asaltos, y quedó indefenso en las cuerdas cuando uno de sus manejadores se subió al ring a decirle al réferi Laurence Cole que detenga el combate, cosa que éste hizo cuando faltaban cuatro segundos para terminar el penúltimo round. 

“El noventa y cinco por ciento del público presente en el Alamodome era mexicano.  Nadie conocía a Manny Pacquiao», dijo Martínez.  «Creo que esa fue una pelea que cambió al boxeo y transformó a Pacquiao en una leyenda».

Era una tarde soleada de sábado en marzo del 2004, y se suponía que Pacquiao estuviese en el Wild Card Gym.  Pero no el de Hollywood, sino su gimnasio mellizo en Sucat, Manila, un gimnasio de primer nivel en manos del por entonces gerente de negocios de Pacquiao, Rod Nazario.

Manny, quien estaba entrenando para su futuro combate con Juan Manuel Márquez pactado para el 8 de mayo en el MGM Grand, nunca se presentó.  Estaba en Davao City, haciendo lo suyo, a más de mil kilómetros de distancia.

«Lo llamo al celular, y puedo escuchar las bolas de pool chocando en el fondo», dice Ronnie Nathanielsz, quien era uno de los periodistas que esperaban a Pacquiao.

En su siguiente columna, Nathanielsz acusó al ídolo nacional de «pasarse largas horas y muchas noches (jugando al pool) en lugar de entrenar».

Barrera tuvo muy poco éxito ante Pacquiao en las dos peleas entre ambos. (Foto por Ethan Miller/Getty Images)

Pacquiao todavía estaba disfrutando del placer de haber aniquilado a Barrera en noviembre, viviendo la vida al máximo y festejando de la manera más exuberante posible.  Cuando finalmente llegó a Manila a la mañana siguiente, los encabezados de los diarios replicaban los dichos de Nathanielsz:  Ponte serio.  Márquez no es broma.

Si Pacquiao se salteó un par de sesiones de entrenamiento, realmente no se notó.  El primer round fueron los peores tres minutos de la carrera de Márquez, y también incluyeron a algunos de sus momentos más sublimes.

Durante casi tres minutos, Pacquiao fue el Cacique Lapu-Lapu en la batalla de Mactan, pero en lugar de clavarle una lanza de bambú a Magallanes, derribó a Márquez tres veces con su arrolladora izquierda.

A diferencia de Magallanes, Márquez se puso de pie tres veces, nunca tan rápido como cayó, pero sí se puso de pie, y eso fue todo lo que importó.  Esto acentuó la dificultad que Pacquiao tendría durante el resto del combate, y en peleas subsiguientes.

Luego de 12 espectaculares rounds, la pelea podría haber sido para cualquiera de los dos, y cuando un empate dividido fue anunciado pareció ser bastante justo.  Pero un desliz de un lápiz le costaría la pelea a Pacquiao.

Se revelaría luego que, a diferencia de los otros dos jueces, Burt Clements anotó el primer asalto 10-7 a favor de Pacquiao en lugar de 10-6.  Si Clements hubiese anotado la puntuación correcta, Manny hubiese ganado por fallo dividido.

En un típico ejemplo de hipocresía burocrática, la comisión de Nevada dijo que Clements cometió un error pero que el veredicto de empate seguiría en pie.  La realidad es que los generadores de apuestas ya lo habían oficializado.

Luego de un triunfo por nocaut técnico sobre Narongrit Pirang (también conocido como Fahsan 3K Battery) en las Filipinas, Pacquiao abandonó su cinturón de peso pluma y realizó su debut en el peso ligero junior ante Morales en el MGM Grand el 19 de marzo de 2005.

Pac Man y «El Terrible» pelearían tres veces más en 20 meses.  Fue un período significativo en el desarrollo de Manny como boxeador y como atracción de taquilla, una especie de curso acelerado sobre las realidades de la vida de una persona en la cima en los Estados Unidos.  Era bueno, realmente bueno, pero tenía que mejorar.

No nos dimos cuenta en ese momento, pero el primer combate de Pacquiao nos mostró la última gran actuación de Morales.  Ya estaba en la parte final de una larga y distinguida carrera, pero seguía siendo un formidable boxeador, un tipo duro de la notable Zona Norte de Tijuana que podía boxear tan bien como fajarse, y que nunca daba un paso atrás.

Un choque accidental de cabezas en el quinto asalto abrió un corte enorme sobre el ojo derecho de Manny.  Realmente no ayudó mucho a su causa, pero el tremendo ida y vuelta continuó de todos modos.  Ambos seguían yendo al frente con todo en el asalto final, castigándose ferozmente, y daba la impresión que seguirían golpeándose hasta desmayarse si el campanazo final no los hubiese frenado.

Fue una pelea cerrada, pero al final Morales tuvo la ventaja.  Los tres jueces anotaron el combate en 115-113 en favor de Morales.  No hubieron quejas de parte del equipo de Pacquiao, solamente un pedido de revancha.  Y lo obtuvieron.

Entre la primera y la segunda pelea con Morales, Manny y su entrenador Freddie Roach trabajaron a tiempo extra para encontrar la manera de transformar su mano derecha en un arma significativa.  Había estado enamorado de su demoledora izquierda durante tanto tiempo que su derecha había quedado desaprovechada.

Manny siempre aprendió rápidamente todo, y esa derecha al cuerpo conectó con autoridad en la revancha ante Morales el 21 de enero del 2006, en el Thomas & Mack Center.  Fue una herramienta esencial para frenar en seco a Morales.  La fatiga y la desesperación se notaban como talladas en el rostro de Morales mientras se levantaba de su banquillo al comienzo del 10mo round.  Estaba liquidado, y lo sabía.  Dos caídas más tarde, la pelea terminó a los 2:33 del round.

Ya nadie diría que Pacquiao era un boxeador de una sola mano.

No había ninguna razón para hacer una tercera pelea con Morales, de no ser por las razones monetarias.  Los fanáticos siempre querían más de estos dos guerreros, y deseaban un choque final. Top Rank y HBO no tuvieron problemas en dárselos.  Una tremenda multitud de 18.276 personas se presentó en el Thomas & Mack Center para ver a Pacquiao demoler lo que quedaba de Morales.

Morales fue derribado en el segundo asalto, y luego dos veces más en el tercero.  Luego de ser derribado por tercera ocasión, se sentó allí con un aspecto desencajado, incapaz o indispuesto a levantarse.  Ya había aguantado suficientes manos de Pacquiao como para que le duren toda una vida.  El réferi Vic Drakulich le administró el conteo completo a Morales cuando faltaban tres segundos para el final del tercer asalto.

El total combinado de público para los tres combates entre Pacquiao y Morales fue de 47.517 personas, y los ingresos de pay-per-view llegaron $49.5 millones de dólares. El Pac Man no estaba todavía en la cima, pero estaba en camino al reino mágico de los cheques de ocho dígitos, y las lecciones aprendidas durante su ciclo mexicano lo ayudaron a llegar ahí.

Morales tuvo muchos problemas con el persistente ataque al cuerpo de Pacquiao. (Foto por Donald Miralle/Getty Images)

Tras su devastadora derrota ante Pacquiao, Barrera ganó seis de siete combates ante oponentes de calidad.  Los fanáticos esperaron que la revancha (6 de octubre del 2007) en el Mandalay Bay fuese una batalla sin cuartel, pero tuvieron que conformarse con un combate táctico.  La renuencia de Barrera a plantarse mano a mano fue igualada por la reticencia de Pacquiao a lanzar su usual ataque despiadado.

«Manny boxeó bien y demostró tener un gran trabajo de piernas, ya que habíamos trabajado mucho en eso durante el entrenamiento”, dijo Roach tras el combate.  «Manny hizo una pelea inteligente esta noche.  La velocidad y la potencia no son suficientes como para mantenerse en el deporte demasiado tiempo.  Él está trayendo más cosas a la mesa además de su ferocidad».

No fue una pelea horrible, pero estuvo lejos de ser memorable.  Y tienen que recordar también que la ferocidad era el argumento de venta principal de Pacquiao.  La única emoción grande llegó en el 11er round, cuando Manny conectó un derechazo al rostro y luego una izquierda que sacudieron a Barrera y le doblaron las rodillas.  Pero el momento pasó, y Pacquiao se tuvo que conformar con un fallo unánime a 12 asaltos.

El secreto del éxito de Pacquiao siempre ha estado visible para todos:  tiene el coraje para brindarse por completo, y ha cumplido con ese credo como muy pocos otros boxeadores.

Manny habló de subir de peso, pero antes de hacerlo hubo una oferta por una segunda pelea ante Márquez en las 130 libras que fue demasiado buena como para rechazarla.

Cuatro años pasaron desde su primera pelea, toda una vida para algunos boxedores, pero Márquez y Pacquiao habían estado compitiendo a un nivel de élite desde su encuentro original, y se esperaba mucho de ellos cuando se enfrentaron el 15 de marzo del 2008 en el Mandalay Bay.

Manny y Juan Manuel dieron una gran pelea, intercambiando tremendas combinaciones durante 12 espectaculares rounds.  La diferencia fue la caída que Pacquiao anotó a finales del tercer asalto.  Cuando una pelea está muy cerrada, una caída vale por mucho.

Pacquiao ganó por fallo dividido, pero nada estaba dicho todavía.

El período entre la segunda y la tercera pelea entre Pacquiao y Márquez fue sin dudas el mejor momento en la carrera de Pacquiao.  Superó claramente a David Díaz para alzarse con el título de peso ligero del CMB, y luego tuvo tres de sus más espectaculares actuaciones, derrotando a Oscar De La Hoya, Ricky Hatton y Miguel Cotto antes del límite.  Luego llegarían las amplias decisiones unánimes sobre Joshua Clottey, Antonio Margarito y Shane Mosley.

A pesar de que Pacquiao destruyó el rostro de Margarito en un baño de sangre que debería haber sido frenado, pareció sentirse cómodo y tranquilo en sus fáciles victorias sobre Clottey y Mosley.  Los periodistas debatieron si Pacquiao se había ablandado un poco o si estaba en caída.  Quizás simplemente estaba relajándose en el ring porque podía hacerlo.  Después de todo, no había estado peleando exactamente con debiluchos.

La tercera pelea entre Pacquiao y Márquez, el 12 de noviembre del 2011 en el MGM Grand, fue similar a la segunda.  Fue cerrada pero no muy controversial.  Márquez superó en boxeo a Pacquiao en muchos rounds, pero no logró presionar para lograr ventajas, permitiendo que Pacquiao explote a finales del combate.

Cuando Pacquiao fue declarado ganador por fallo mayoritario, los fanáticos de Márquez expresaron su descontento lanzando basura y latas de cerveza.  Seis meses después, el 8 de diciembre del 2012, ambos se toparían nuevamente en el mismo lugar.

En el momento en que ese golpe entró de lleno, Pacquiao ya estaba noqueado de pie.  Sin poder controlar su cuerpo, cayó de bruces como si estuviese borracho y se hubiese tropezado contra un cordón, y aterrizó de frente, con sus manos y brazos colgando hacia los costados.

Pacquiao noqueado por Márquez

«¡No se pone de pie! ¡No se pone de pie!», gritaba Roy Jones, analista de HBO.

El réferi Kenny Bayless ni siquiera hizo el conteo de diez, y detuvo el combate un segundo antes del final del sexto round.  Pacquiao lució más como una víctima fatal en una batalla que una víctima de un nocaut.

La erupción emocional dentro del MGM Grand Garden Arena llegó a niveles de pandemonium.  Miedo, bronca y éxtasis, mezclados en un tornado de emociones.  Mientras la mujer de Manny, Jinkee, sufría un colapso emocional, Márquez se trepaba a las sogas con ambas manos en alto, disfrutando el rugido de aprobación de la multitud.  La derecha en contra que le conectó a Manny fue hermosa.

El momento más oscuro de Pacquiao fue también el triunfo más grande de la carrera de Márquez, un final explosivo para una rivalidad que había comenzado ocho años antes.  También finalizó la serie de peleas del Pac Man con sus tres grandes rivales.  Márquez, Barrera y Morales están retirados, y todos ellos han sido llevados ya al Salón Internacional de la Fama del Boxeo.  Eso dice mucho de sus logros y también de los del rival que ellos tres tienen en común.

Marquez le dio a Pacquiao algunos de los momentos más duros de su carrera en la serie de cuatro combates entre ambos. (Foto por Al Bello/Getty Images)

El secreto del éxito de Pacquiao siempre ha estado visible para todos:  tiene el coraje para brindarse por completo, y ha cumplido con ese credo como muy pocos otros boxeadores.  Esas virtudes aparecieron por primera vez cuando un adolescente Pacquiao abandonó a su familia y se subió a un barco que lo llevaría desde Mindanao, su isla natal, a Luzon, y de ahí a la metrópolis de Manila.

Pacquiao nunca titubeó, simplemente se lanzó con todo en cada pelea que encaró, desde vender cigarrillos y galletas en las calles hasta ser elegido como senador en las Filipinas.  Emmanuel Dapidran Pacquiao nunca fue un boxeador más.

Ha estado peleando profesionalmente durante un cuarto de siglo, y al igual que todos los boxeadores que se las arreglan para mantenerse en la cima, él se ha adaptado.  Ya no está más ese terriblemente veloz muchachito armado con una ferocidad implacable y una granada en su mano izquierda.

Todavía hay destellos del guerrero feliz que nos deslumbró desde el comienzo, pero Pacquiao va por todo en otros campos de acción en estos días.  Tiene un mayor control sobre sus impulsos, pero aun así puede atacar en cualquier momento.  A pesar de que ya no es tan usual verlo haciéndolo, Manny todavía sale a buscar el nocaut.  Le encanta pelear.

Lo vimos cuando derrotó a un mucho más joven Keith Thurman en julio del 2019.  Mucha gente pensó que dio una sorpresa, pero ¿realmente fue así?

Cuando Thurman estaba peleando a cuatro asaltos, Pacquiao estaba yendo a la guerra con los mejores boxeadores de México.  Ellos ayudaron a definir quién era él y lo que podía hacer, el tipo de boxeador que puede desestimar una derrota como la que sufrió ante Márquez y seguir yendo a buscar todo.  Eso es lo que yo llamo un peleador de verdad.

Hoy, Manny es el último que sigue en pie.