Thursday, April 25, 2024  |

By Doug Fischer | 

LOS ESTILOS HACEN O DESHACEN PELEAS (Y LOS PIJAMAS DE SEDA NO AYUDAN EN NADA)

Fue Marvin Hagler quien alguna vez dijo «es difícil levantarse de la cama para salir a correr a las 5 de la mañana cuando estuviste durmiendo en pijamas de seda».

Ese fue el modo en que ese gran campeón de peso mediano describió cómo el éxito financiero puede quitarle a un boxeador el hambre y la ferocidad que necesita tener en el ring.

Yo nunca cuestionaría la dedicación y la ambición de Canelo Álvarez ni Daniel Jacobs, dados sus logros, pero la falta de fuego sagrado durante su pelea de peso mediano el pasado 4 de mayo hace que me pregunte si ellos duermen en pijamas de seda.



Financieramente hablando, ambos medianos podían afirmar que habían cumplido con sus metas antes de entrar al ring en el T-Mobile Arena de Las Vegas.

Álvarez, quien participaba en el segundo combate de su contrato con DAZN, recibió una garantía de $35 millones para su defensa ante Jacobs, quien se rumoreaba que estaría ganando entre $10 y $15 millones. (Olvídense de su supuesta bolsa de $2.5 millones. Jacobs ganó al menos lo suficiente como para que no le resulte una carga pagar casi $1 millón en penalidades por pesar casi 1.8 kg por encima del peso contractual en el pesaje del día del combate mismo, donde había un límite de 170 libras).

Y por largos períodos durante su cerebral combate a 12 rounds, ellos boxearon del modo en que uno espera que dos millonarios peleen, con el ojo puesto en su próximo gran combate millonario, que es lo mismo que decir que ninguno de ellos se comprometió tanto con la ofensiva como para evocar la más lejana semblanza de la épica pelea de Hagler ante Thomas Hearns, o su dramático choque con Sugar Ray Leonard.

La guerra de ocho minutos de Marvin Hagler ante Thomas Hearns es un gran ejemplo de los estilos y mentalidades correctas en el boxeo combinándose para crear una experiencia atrapante para los fanáticos.

Seamos claros: Yo no esperaba nada remotamente parecido a aquellos legendarios choques de peso mediano en los 1980s cuando Álvarez y Jacobs subieran al ring. (Y no puedo tolerarlo cuando promotores y cadenas televisivas tratan de comparar los pleitos de peso welter y mediano de hoy con los clásicos choques casi eliminatorios de aquellos «Cuatro Reyes», con el único propósito de crear expectativas para sus peleas).

Pero admito que esperaba una pelea mejor de la que nos dieron.

No estoy tratando de arrojar dudas sobre sus actuaciones. Algunas veces los estilos se cruzan de un modo en que producen pleitos tácticos de habilidades mentales en lugar de choques físicos de voluntad y coraje. Ni siquiera Hagler fue inmune a esta verdad del boxeo, tal como se evidencia en su primer «súper pelea», que llegó ante Roberto Durán en noviembre de 1983, un par de años antes de que pudiera comprarse sus primeros pijamas de seda.

Hagler se encontraba en medio de una racha dominante de campeonato que comenzó con un sangriento triunfo por la vía rápida sobre Alan Minter en septiembre de 1980 y progresó para llegar a siete defensas de su título con brutales nocauts. Durán ya era una leyenda viviente, alguien que había renacido en el peso mediano junior con dos salvajes triunfos consecutivos por aniquilación ante Pipino Cuevas y Davey Moore en el ‘83.

Ambos boxeadores eran reconocidos por su mentalidad temible y destructiva, y se esperaba que su choque en Las Vegas fuese una cruenta batalla de desgaste físico. Y, aun así, ambos futuros miembros del Salón de la Fama se combinaron para producir 15 asaltos de boxeo técnico, que Hagler ganó por un cerrado fallo unánime. Fue algo brillante en retrospectiva, pero un poco decepcionante en su momento. Los periodistas afirmaban que Hagler le mostró demasiado respeto a Durán, quien era más pequeño físicamente y estaba lejos de sus mejores años. Algunos otros opinaron que Hagler estaba sobrevalorado.

Espero no sonar así en mi crítica de la pelea entre Álvarez y Jacobs. Aprecio muchísimo a ambos boxeadores. El lado purista de mi fanatismo por el boxeo apreció la habilidad, la defensa y el comportamiento general demostrado en el ring el pasado 4 de mayo. Sin embargo, el monstruo hambriento de sangre que llevo dentro se aburrió y se frustró.

Nuevamente, esperaba mucho más dada la magnitud del combate.

El viejo dicho del ‘show business’ de que «siempre hay que dejar a la audiencia esperando algo más» se creó para el teatro, el circo y el relato fantástico, pero no para el boxeo. No dejen que los cerebritos de Twitter se adueñen de las opiniones de los fanáticos del boxeo; ellos son más monstruos hambrientos que puristas.

Pero no piensen que un monstruo es incapaz, por su condición, de apreciar los puntos más finos del boxeo.

Amamos la habilidad y la técnica, especialmente cuando es respaldada por coraje del bueno, a la vieja escuela.

El reciente choque de peso mediano junior entre el doble monarca defensor Jarret Hurd y el ya probado retador Julian Williams es un perfecto ejemplo.

A mi parecer, «J-Rock» ganó este entretenido combate tan claramente como Álvarez superó a Jacobs, y lo hizo con tanto oficio en el ring como el demostrado por el estelar mexicano; con la diferencia de que el boxeador de Filadelfia logró su dominio con más ofensiva que defensa. Williams hizo un plan de pelea magistral, pero también hizo mucho daño. Nuevamente, los estilos hacen a las peleas. Williams estaba enfrentando a un peleador de presión, a pura fuerza bruta. Tuvo que meterse en la trinchera para ganarse el respeto y quitarle fuerza a Hurd.

Álvarez seguramente pelearía del mismo modo si compartiese el ring con Hurd. Sus combates ante peleadores agresivos como James Kirkland y Liam Smith fueron entretenidos. Su revancha con Gennady Golovkin, que tuvo episodios de pelea en corto de primer nivel, fue la Pelea del Año 2018 para The Ring.

Álvarez tiene muchas opciones para su segundo oponente del 2019 (un tema que tocamos en la nota de tapa de esta edición). Su misión para su presentación de septiembre parece ser simple: Seleccionar un oponente que nos ayude a recuperar la emoción de verlo pelear.