Thursday, April 18, 2024  |

By Brian Harty | 

16 de marzo, AT&T Stadium, Arlington, Texas

Es difícil ver a alguien que personifique mejor la expresión de «no sabe cómo perder» mejor que Mikey García, y no es solamente porque ha logrado títulos en cuatro divisiones.  Es más sencillo todavía. Su mente está tan poco familiarizada con la idea de perder, que literalmente no conoce el procedimiento en sí, por ejemplo, la costumbre de levantar el puño victoriosamente después de perder claramente un round (y uno tras otro) comienza a lucir extraña, especialmente cuando el momento de convencer a los jueces ya ha quedado claramente atrás.  No estuvo solo al comienzo: muchos pugilistas de fin de semana también fueron arrastrados hacia el drama de dos peleadores entre los mejores libra por libra poniendo sus registros invictos en juego – a pesar de la disparidad entre sus dos divisiones – y siendo el más pequeño de ambos García tenía de su lado la esperanza de quienes siempre apoyan al menos favorecido. Su rutina de auto-aliento al final de cada round le generaba seguridad, algunos problemas iniciales no eran causa de alarma.  Sus formidables habilidades boxísticas, lo que haría a la diferencia, simplemente necesitaba tiempo para manifestarse.

Errol Spence le recordó rápidamente, y con poca consideración por el ‘poder de la intención’, que si los deseos pudiesen cambiar la realidad, entonces el mundo estaría lleno de ponies y ganadores de lotería.  La excitación por esta súper pelea en el peso welter en el estadio de los Dallas Cowboys llegó a su pico con un par de sensacionales entradas al ring – un enorme ensamble de mariachis precedió a García, quien era el visitante pero tenía un contingente grande y ruidoso apoyándolo, y una banda de marcha completa para el local Spence, ambos emergiendo de entre una multitud de 47.000 apasionados fanáticos bajo una pantalla Jumbotron del tamaño de una nave espacial digna de la Guerra de las Galaxias.  Después de eso, todo se transformó en una pregunta en unísono: ‘¿qué estábamos pensando?’

Fue muy apropiado que el apodo de Spence sea «La Verdad».  Fue raro ver a estos tipos subirse al ring sabiendo que uno de ellos perdería, pero la verdad es que eso nunca le iba a suceder a Spence.  Además de ser el verdadero peso welter, mientras que García tiene un título en el peso ligero y nunca compitió por encima de las 140 libras, el tejano simplemente era el boxeador superior.  



Dos cosas se hicieron inmediatamente obvias.  Spence era más grande, aun cuando su postura de piernas tan amplia le baja la estatura, y su activo jab desde su postura zurda iban a hacer difícil que García se meta a la pelea en corto.  El mejor round del californiano fue el segundo, cuando se las arregló para dar seguimiento a su jab con derechas en punta y logró colarse en el espacio personal de Spence para conectar un gancho de izquierda al cuerpo.  Pero su búsqueda de ritmo terminó en ninguna parte. Spence fue demasiado astuto e impredecible, transformándose para absorber lo que García lanzaba y contragolpeando hasta quitarle de la cabeza la mera noción de armar una ofensiva.  Pacientemente, Spence tomó tanto control de la distancia que compararlos en el uso de sus armas era como comparar una lanza con un tenedor de fondue, y hubo poco que García pudo hacer para atravesar ese campo minado de golpes esperándolo cuando se lanzaba al frente, aún con su poco común habilidad para interceptar golpes con sus guantes.  Fueron simplemente demasiados, y Spence fue demasiado preciso.

Y los contragolpes no fueron el único peligro.  Pasando el punto medio de la pelea, cuando García ya estaba en la etapa de nocaut-o-nada, Spence comenzó a castigarlo con menos jabs y más golpes de poder de todas las variedades.  El entrenador de García, su hermano Robert, incluso le preguntó después del 10mo round si realmente quería continuar. Lo hizo, claro, y soportó algunos ridículos golpes al cuerpo en el 11ero.  Pero los únicos objetivos disponibles para él en este punto eran mantener un nocaut lejos de su registro y mostrarle a Spence el primer 12do asalto de su carrera, logrando ambas cosas con mucho mérito, y nunca dejando de intentar lo imposible.  Las tarjetas ofrecieron muy poca recompensa por ese esfuerzo. 120-108, 120-108 y 120-107, con todos los rounds para Spence, con el juez Glenn Feldman anotando el penúltimo round 10-8 aún sin ninguna caída.

Este no fue un caso de que alguien haya quedado «expuesto», y García (39-1, 30 KOs) no fue exactamente un rival de paso antes de una pelea aún mayor, por el contrario, es uno de los mejores libra por libra, y le fue bien dadas las circunstancias.  Cada hombre le dio crédito al otro en las entrevistas posteriores al combate. Spence (25-0, 21 KOs) fue tan respetuoso, de hecho, que cuando desafió a Manny Pacquiao sobre el ring pareció estar pidiéndole una cita entre adolescentes. Pacquiao le respondió como si lo hubiesen elegido el rey de todos los bailes en los que estuvo – y algunos más en los que nunca estuvo.  «Sí, ¿por qué no?», dijo el senador. «Le daremos una buena pelea a los fanáticos».

Spence vs. García no fue una buena pelea, pero fue una gran prueba para una fantástica demostración del enorme potencial de Spence.  Nuestras imaginaciones volaron un poco antes de tiempo, claro, pero está bien, porque nunca hubiésemos visto a un peleador poner a prueba sus límites y a otro brillar si tanto nosotros como García no hubiésemos estado un poco locos.  Ahora lo sabemos.

 

2 de marzo, Barclays Center, Brooklyn, New York

El valiente esfuerzo de Erislandy Lara en su derrota por fallo dividido ante Jarrett Hurd hace un año desestimó la creencia de que él es un «boxeador cubano», descripción en código de ribetes condescendientes y peyorativos traducibles como «hábil pero aburrido».  En esa pelea, Lara tuvo que plantarse y pelear del modo en que lo hizo, porque Hurd es tan imponente físicamente que ninguna de esas tácticas de correr y contragolpear iban a funcionar para él. Ante Brian Castaño, quien mide unos 14 cm menos y tiene un déficit de 22 cm de alcance comparados con Hurd, lució al principio como si Lara fuese a cambiar a un estilo designado para frustrar tanto a su oponente como a los televidentes, retrocediendo y esperando que Castaño se extienda demasiado.

Castaño, sin embargo, no se lo iba a hacer fácil.  En la tradición de sus compatriotas argentinos Marcos Maidana y Lucas Matthysse, la reversa en su palanca de cambios no existió, y al ser un peso mediano junior compacto, supo siempre que necesita meterse en la corta distancia para ser efectivo.  Y mientras que sus manos podrán no ser tan pesadas como las de esos coterráneos, son más veloces y su caja de herramientas es más profunda. Con presión constante y aluviones de golpes, Castaño pudo romper la barrera del débil pero continuo jab de Lara (terminó la pelea con más de 500 en su haber) y así provocó algo de acción.

Pero al igual que ante Hurd, Lara demostró que su Plan B no es broma.  Castaño, de 29 años, lanzó muchos más golpes y pareció desear más el triunfo, pero Lara, de 35, pareció ver alguna brecha y esperó pacientemente en su coraza defensiva, atacando poco antes de lanzarse en un contragolpeo casi invisible que terminaría por hacerle más daño que todo el castigo propinado por su oponente.  El argentino tuvo la ventaja en el castigo al cuerpo, atacando desde los lados con ganchos precisos mientras que Lara prefirió ir a la parte superior. Castaño conectó otros golpes duros, pero gracias a su gran volumen de puños, duplicando la cantidad de golpes de poder de un Lara más selectivo pero que trató de hacer que cada golpe de potencia cuente.  El cubano lanzó la mayor cantidad de golpes de su carrera, pero la mayoría de ellos fueron golpes sin efectividad, solo para establecer distancia.

Fue lo suficientemente entretenida y competitiva como para dividir a los jueces, con cada boxeador logrando una puntuación de 115-113.  La tercera tarjeta fue de 114-114. Fue una decepción para Lara, quien esperaba recuperarse de la derrota ante Hurd, pero Castaño probó ser una amenaza en la división de las 154 libras, especialmente ante alguien con una defensa y una precisión en los golpes inferior a la de Lara – lo cual, por suerte para él, incluye a casi todos los rivales de la división.

 

9 de marzo, Dignity Health Sports Park, Carson, California

Ante Danny García en septiembre pasado, Shawn Porter demostró ofrecer algo nuevo, abandonando parcialmente su estilo de arremetidas enloquecidas para pasar a experimentar con distancias, y fue estupendo tener el espacio para finalmente echar un vistazo a sus habilidades boxísticas.  Ahora continuó con el experimento defendiendo su título de peso welter del CMB ante Yordenis Ugas, con resultados mixtos.

Ugas es un poco más alto que Porter, pero fue realmente el timing y los contragolpes del cubano lo que lo hicieron parecer mucho más largo de alcance.  Por eso fue un poco inusual que Porter nuevamente elija boxear desde afuera y tirar tantos jabs, a pesar de que fue el peleador más activo en golpes de poder también.  La distancia tuvo un poco más de sentido porque Ugas demostró su habilidad para el contragolpe, castigando a Porter con golpes certeros y duros cada vez que el estadounidense trataba de lanzar jabs para colarse en un rango más apropiado para sus enérgicos ataques.  Porter logró meterse por dentro en un par de ocasiones y lanzó derechas y ganchos al cuerpo – sin importar qué golpe sea, Porter lo lanza como quien lanza un hacha – pero Ugas estaba muy preparado tras un par de rounds de acción, y sus manos parecían cargar más peso mientras movía al campeón de lado a lado con sus derechas en contra.  

Luego de cierto punto, la pelea giró hacia un punto muerto, con Ugas esperando y tratando de atraer a Porter para que pueda contragolpear, y Porter entendiblemente diciendo «no gracias» ante esa idea.  Y ese pareció ser el plan desplegado por el equipo de «Showtime». Entre los dos, él fue quien pareció buscar más la pelea en los últimos rounds, pero terminó siendo regañado por su padre/entrenador Kenny en el rincón luego de ponerse muy agresivo en el 10mo asalto, durante el cual los alientos para ambos peleadores se mezclaron para transformarse en «¡Por-gas!  ¡Por-gas!» Es difícil diferenciar cuándo tuvo cada uno su mejor momento. Una mirada a las tarjetas oficiales mostrará solamente dos asaltos en toda la pelea – el cuarto y el noveno – en el que los tres jueces acordaron en señalar al mismo ganador (Ugas primero, Porter después).

Más allá de eso, las amplias tarjetas (115-113 y 116-112 para Porter, 117-111 para Ugas) produjeron un veredicto que fue muy mal recibido por mucha gente.  Quizás el regidor máximo de la PBC Al Haymon transmitió sus propias tarjetas por vía telepática a los jueces y los instruyó para que perjudiquen a Ugas. O quizás simplemente fue una pelea cerrada.  Ambas teorías son posibles. Ugas se mostró entendiblemente molesto, claro. Probablemente no tendrá revancha con Porter (30-2-1, 17 KOs), quien seguramente está más interesado en el plantel de peso welter de la PBC, que incluye a Keith Thurman, Manny Pacquiao y Errol Spence, por razones monetarias – y también porque probablemente no quiere tratar de esquivar una bala dos veces.

 

9 de marzo, Turning Stone Resort & Casino, Verona, New York

El lugar de Joe Smith Jr. en la historia del boxeo ya está asegurado: Es el hombre que derribó a Bernard Hopkins y lo sacó del ring para enviarlo al retiro, finalizando así una de las más grandes carreras en el boxeo moderno y creando una escena que será usada una y otra vez en montajes de grandes éxitos del boxeo.  Tiene una gran historia que es perfectamente coherente con su decisión de subir al ring al ritmo de la canción «Nacido en U.S.A.» Pero de parte del monarca de peso semipesado Dmitry Bivol recibió un duro mensaje: Yo soy el futuro, y no tú.

Smith jamás debe ser subestimado, y él demostró por qué en el 10mo asalto, cuando conectó a Bivol mientras sonaba la campana con una dura derecha que hizo que el ruso se tambalee en su rincón con los ojos mareados.  Pero los efectos de ese golpe le duraron hasta el siguiente round, y un energizado Smith no pudo liquidar a su malherido enemigo durante los siguientes seis minutos. Incluso con su cerebro sacudido, Bivol seguía siendo impresionante.

Los rounds que llevaron a ese gran golpe fueron igualmente reveladores.  Smith es un tipo que luce como si pudiera romper agujeros en paredes de yeso durante todo el día. Tiene hombros anchos y brazos largos y pesados, su brazo izquierdo está cubierto en tatuajes oscuros que la diferencian del resto de su cuerpo como un cañón cibernético.  Sabemos que puede boxear un poco y que pega duro, tal como lo hizo en su nocaut en el primer round sobre Andrzej Fonfara para ganarse el combate ante Hopkins. Pero Bivol, a pesar de su físico menos imponente y su corta carrera profesional, está en otro nivel. Un excepcional boxeador en el amateurismo, sus reflejos y trabajo de piernas anularon el rango de Smith cuando fue necesario, y lo pusieron en posición cuando lo quiso golpear, para lo cual pudo seleccionar un amplio rango de opciones, todas muy precisas.  Defensivamente podía esquivar o crear ángulos para hacer errar a su oponente. No pareció que estuviese gastando demasiada energía mientras metía rounds en el banco, y Smith tuvo problemas para conectar un buen golpe, algo que probablemente sumó a la frustración que derivó en el momento en que levantó a Bivol en el aire y lo lanzó al piso en el noveno round. Bivol no se inmutó y siguió adelante con su plan. Para acentuar su actuación, abandonó el buen boxeo y le dio una paliza de diez segundos a Smith hasta la última campana en el round final.

Bivol (16-0, 11 KOs) se aferró a su título de la AMB con tarjetas de 119-109, 119-109 y 118-110, lo cual es la norma en cualquiera de sus peleas que hayan llegado a la distancia.  Todavía tiene que enfrentar a los verdaderos peleadores de élite de las 175 libras, y a pesar de que pudo lidiar con Smith después de verse lastimado, no queda claro todavía si logrará hacer lo mismo ante alguien como Sergey Kovalev.  Es posible que este año nos enteremos.

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