Friday, March 29, 2024  |

By Lee Groves | 

BERT COOPER PELEÓ EN LOS ARRABALES DE LA GRANDEZA DURANTE GRAN PARTE DE SU CARRERA, PERO EL AUTO-SABOTAJE FUE SU DESTRUCCIÓN

Cuando Bert Cooper entró por primera vez en el gimnasio de Filadelfia regenteado por su ídolo «Smokin» Joe Frazier, en 1982, la leyenda le echó un vistazo al jovencito aspirante y se vio reflejado un poco en él. Físicamente, eran casi una copia al carbón. Cooper era bajito para una persona de su kilaje, pero su poderoso torso y sus musculosas piernas sugerían que podría generar el tipo de potencia que Frazier alguna vez usó para regir en la tierra de los gigantes. Esa probabilidad se transformó en verdad en el momento en que Frazier vio a Cooper golpeando algo, y en ese momento se formó un lazo. Frazier invitó a Cooper a su mundo, le prestó su viejo apodo, y lo lanzó a lo que parecía ser una carrera promisoria para el nativo de Sharon Hill, Pennsylvania.

«Joe Frazier me tomó como pupilo y me dio el nombre de ‘Smokin’ (‘Humeante’, en español),», le dijo Cooper al periodista Thad Moore en 2015. «Cuando fui allá, me presenté sin medias ni botas. Tenía apenas 17. Joe vio algo especial en mí. Me dijo que era un tipo rudo. Vio que yo podía pegar fuerte.”

Y así fue. Cada vez que Cooper se subía al ring, poseía el potencial para terminar cualquier pelea con un golpe de esas dos bolas de demolición que eran sus manos. Desafortunadamente para Cooper, su tumultuosa vida más allá de las cuerdas se enredó con todo ese potencial, y como resultado de eso finalmente nunca se transformó en el campeón que muchos pensaban que podría haber sido. Un comienzo alentador pronto tomaría un tono amargo en su carrera boxística, su relación con Frazier (en cuyo honor se hizo tatuar la palabra «Smoke» en el cuello) y con su vida alejada del deporte, que estuvo asolada por su adicción a las drogas. Esa vida terminó el 10 de mayo luego de una breve batalla con el cáncer de páncreas, y dado lo muy atrás que habían quedado sus mejores días, es casi imposible creer que tenía apenas 53 años al morir.



A su carrera boxística, plagada de altibajos, le faltaron apenas tres días para cumplir 28 años – más de la mitad de su vida. Comenzó con un nocaut en 88 segundos sobre Dennis Caldwell el 11 de septiembre de 1984, y terminó con una derrota por la vía del sueño ante Carl Davis el 8 de septiembre del 2012. Y todo lo que pasó en el medio fue atravesado por el drama, la aventura, y eventualmente la exasperación.

«Bert Cooper tiene dos caras», dijo George Foreman sobre Cooper en 1991. «Una es la del tipo que podía venir y darle una paliza a cualquiera. Si le dabas suficiente espacio, te sacaba afuera del ring. Y el otro… uno nunca sabe».

Cooper noqueó a sus primeros ocho oponentes y avanzó con su registro a 10-0 (9 KOs) antes de darle al mundo el primer destello de los momentos oscuros que se avecinaban. En una pelea televisada a nivel nacional por ESPN en enero de 1986, Cooper enfrentaba a Reggie Gross, un peleador completamente desfavorecido porque había aceptado el combate con apenas cuatro días de notificación. Cooper salió con todo buscando el nocaut temprano, pero Gross se concentró en su defensa en buen orden para desgastar y vaciarle el tanque al joven peleador. Hacia finales del 3er round, la energía comenzó a faltarle a Cooper, y Gross logró meter una buena cantidad de contras. Para el octavo round, Cooper estaba ya casi agotado, y aunque estaba al frente por 7-0 en una tarjeta y 6-1 en las otras dos, no pudo llegar a la línea final. Luego de un fuerte inicio del round para Cooper (quizás gastando su último aire), Gross conectó una andanada de puños que incluyó un golpe ascendente hacia la punta de la nariz que hizo retroceder a Cooper y tambalearse hacia las cuerdas cerca de su rincón, mientras que el referí Rudy Battle le daba un conteo de protección. Cuando Battle le preguntó a Cooper si quería continuar, Cooper le dio la única respuesta que hubiese sido impensable para su mentor y jefe de esquina, Joe Frazier: “No”.

Así, el récord invicto de Cooper quedó arruinado para siempre, y sería la primera de muchas malas noches por venir, tal como lo atestiguaría su registro final de 38-25 (31 KOs). Algunas de esas malas noches llegaron ante un puñado de boxeadores que habían tenido o luego tendrían campeonatos en sus manos, tales como Foreman (KO en 2), Nate Miller (KO en 6), Riddick Bowe (KO en 2), Mike Weaver (D 10), Corrie Sanders (KO en 3) y Chris Byrd (D 10). A medida que pasaba el tiempo, se apuntaría derrotas ante notables boxeadores como Larry Donald (KO en 7), Joe Mesi (KO en 7), Everett Martin (D 10), Fres Oquendo (D 10), Alexander Zolkin (KO en 9), Samson Po’uha (KO en 4), Derrick Jefferson (KO en 2), Darroll Wilson (KO en 4), Jeremy Williams (Desc. 7) y Luis Ortiz (KO en 2) así como rivales más desconocidos como Anthony Green (L 8) y Chauncey Welliver (L 10).

Algunas de las «D» (por derrotas) y «KO» de Cooper estuvieron cubiertas de gloria. Su derrota en siete rounds ante Carl «La Verdad» Williams en junio de 1987 fue un clásico, al igual que su vibrante derrota en 12 asaltos ante Ray Mercer en agosto de 1990. Pero sus más celebrados combates llegaron en sus dos únicos pleitos mundialistas: uno ante el campeón indiscutido Evander Holyfield en noviembre de 1991, y luego ante Michael Moorer por el cinturón vacante de la OMB casi seis meses más tarde.

Originalmente, Holyfield tenía pactado enfrentar a Mike Tyson en Las Vegas el 8 de noviembre, pero una lesión en las costillas forzó a Tyson a cancelar el pleito. Para no gastar un ciclo de entrenamiento completo, Holyfield firmó para enfrentar a Francesco Damiani en Atlanta el 23 de noviembre, pero el ex campeón de la OMB tuvo que excusarse debido a una lesión en el tobillo. Desesperado por encontrar un oponente creíble con seis días de anticipación, Cooper fue llamado a suplir esa ausencia. Al comienzo, la pelea se desarrolló acorde al libreto, con Holyfield derribando a Cooper (desfavorecido por 32-1 en las apuestas) con un gancho al cuerpo a 80 segundos del comienzo, pero a 55 segundos del inicio del 3er round, una derecha de Cooper inició una andanada de 11 golpes que transformó a «The Real Deal» en una máquina de pedalear hacia las cuerdas. El referí Mills Lane decretó una caída cuando Holyfield se sostuvo sobre las cuerdas, en lo que fue la primera cuenta de protección para Holyfield desde su pelea amateur con un tal Jakey Winter en el torneo Guantes Dorados de 1980.

De repente, Cooper estuvo a un paso de no solamente transformarse en campeón mundial de peso pesado, sino también de suplantar a Buster Douglas como el dueño de la mayor sorpresa en la historia del boxeo – incluso hasta la mayor sorpresa en la historia de los deportes.

Pero no estaba destinado a suceder. Holyfield sobrevivió el round, gracias a una serie de terribles uppercuts, y luego noqueó a Cooper en el 7mo asalto con un bestial ataque de 25 puños seguidos que convenció a Lane a intervenir.

La heroica actuación de Cooper ante Holyfield le valió una segunda chance de título mundial ante Moorer por la faja OMB que dejara vacante Mercer. Y una vez más, Cooper sacó lo mejor de sí al derribar a Moorer (28-0 con 26 KOs en ese momento) en el 1er y 3er asaltos, y al entrar al quinto estaban parejos en una tarjeta y Cooper lo aventajaba por uno y dos puntos en las otras. Pero Moorer, quien había derribado a Cooper en el 1er asalto, tuvo la palabra final, cuando un ataque terrible culminado por un uppercut de derecha seguido de izquierda cruzada envió a Cooper al piso y, una vez que se levantó, lo dejó demasiado mareado como para continuar.

A pesar de que Cooper no pudo asegurarse una tercera pelea de título mundial, logró sorprender a más de un par de «favoritos» como Orlin Norris (KO 8), Willie de Wit (KO 2), Anthony Wade cuando tenía un registro de 14-1 (KO 8), Joe Hipp (KO 5), la leyenda del boxeo sin guantes Joe Savage (KO 1), Richie Melito y sus 18-0 (KO 1) y con un récord de 36-1-2, Tony Fulilangi (KO 4).

Si hay una palabra que describe mejor a Cooper, es «volátil». Dentro del ring, podía dar o recibir una paliza, y su vida fuera del cuadrilátero también era así.

En sus últimos días, Cooper buscaba a alguien que lo ayudara a escribir la historia de su vida, y a pesar de que no vivió lo suficiente como para elegir alguien, ese escritor hubiese tenido una tremenda historia para contar.

La vida de Cooper puede haber durado apenas 53 años, pero uno puede decir que la mayoría de sus días – buenos o malos – fueron vividos al máximo.