Tuesday, March 19, 2024  |

By Don Stradley | 

VER CÓMO UNA SÚPER PELEA DE PESO PESADO SE EVAPORA EN EL AIRE A VECES PUEDE SER ALGO BUENO

La mayoría de los fanáticos de boxeo piensan que son expertos. Lo mismo se puede decir de quienes cubren este negocio. Pero nada le pone un freno a ese delirio como una mala actuación inesperada por parte de un gran boxeador. Es suficiente como para hacerte creer que has sido engañado todo este tiempo, y te deja preguntándote si realmente alguna vez supiste algo de boxeo. Por eso no es sorpresa ver que la inesperada derrota de Anthony Joshua ante Andy Ruiz Jr. en Nueva York haya abierto un espectro entero de fanáticos y comentaristas que cacarean como monos a quienes les han servido una bandeja de bananas podridas.

La victoria de Ruiz por nocaut en siete asaltos fue el tipo de actuación que en algún momento le hubiese valido un contrato para filmar su vida en una película, una llamada del presidente y una foto en una caja de cereales. En estos días, lo único que logra es una aparición en el programa «Jimmy Kimmel Live!», un lindo desfile en su ciudad natal de Imperial, California, algunos videos en YouTube y una chance para pelear con Joshua nuevamente, quizás por mucho más dinero que la primera vez. La mayor parte de los comentarios posteriores a la pelea tuvieron que ver con el físico regordete de Ruiz y el lugar que esta sorpresa ocupa en la historia del boxeo. Gradualmente se determinó que Ruiz, un buen peleador con manos muy rápidas, no era exactamente un púgil del montón, y que los expertos del casino que pensaron que no tenía chances de ganar estuvieron muy lejos de la realidad.

El boxeo de peso pasado pasa por estos movimientos sísmicos cada tanto, y deberíamos alegrarnos de que así sea.



Y aun así, un toque de bronca pareció entrometerse en lo que debería haber sido una historia feliz. Si vamos a creerle a un grupo dentro del mundo del boxeo, la victoria de Ruiz le «robó» al público de boxeo una pelea que todos querían ver, la que hubiese enfrentado a Joshua ante el gran pegador estadounidense Deontay Wilder. Obviamente, eso no tiene sentido. Es cierto que algo del brillo de esa pelea ya se haya ido, pero es posible todavía que logremos ver Wilder- Joshua. Aun así, será un evento enorme. Será una pelea de mucho dinero.

Lo que Ruiz ha hecho al ganarle a Joshua y quitarle sus títulos fue abrir mucho la división. Mientras que la división de peso pesado parecía estar dominada por el formidable trio de Wilder, Joshua y Fury, ahora hay una sensación de que la división es el Salvaje Oeste, con un hombre peligroso oculto en cada bar. Desafortunadamente, el británico «AJ» parece ser mucho menos peligroso de lo que parecía. Tendrá un duro trabajo en sus manos para deshacer su nueva imagen como un peleador sobrevaluado de quijada floja que se olvidó de cómo se boxea apenas lo conectaron con fuerza en el Madison Square Garden. Pero Ruiz no nos robó nada, y solamente deberíamos ver lo positivo de su inesperada victoria. En cualquier caso, nos aseguró un nuevo reparto de cartas. El boxeo de peso pasado pasa por estos movimientos sísmicos cada tanto, y deberíamos alegrarnos de que así sea.

Muhammad Ali probablemente no estaba preocupado cuando su enemigo jurado Joe Frazier subió al ring como favorito 3 a 1 ante un poco probado e incómodo retador llamado George Foreman. El mundo, obviamente, estaba esperando una revancha entre Ali y Frazier, luego de aquella épica batalla ganada por Frazier por puntos en 15 asaltos. Todo lo que Frazier tenía que hacer era pasarle por encima a Foreman, tal como muchos pensaban que sucedería. Después de todo, Foreman no había peleado con nadie del calibre de Frazier todavía. Ali asumió que estaba a apenas unos meses de otra gran pelea de mucho dinero ante el único hombre que le había ganado hasta ese momento. Pero en enero de 1973, mientras Frazier se iba a la soleada Jamaica a defender su título de peso pesado, toda una generación de fanáticos del boxeo aprendió a esperar lo inesperado.

Y solamente les tomó un par de minutos.

Cuando Foreman anotó un nocaut demoledor a mediados del segundo asalto, los sueños de Ali-Frazier II no solo se hicieron humo, sino que se incendiaron en llamas abrasadoras. Frazier cayó seis veces, vapuleado por los duros golpes de Foreman. A pesar de que el poder destructor de los puños de Foreman es ahora bien conocido, en aquel momento fue muy sorprendente verlo dominar a Frazier de manera tan clara. El periódico New York Daily News declaró que la victoria de Foreman estaba «entre las sorpresas más increíbles en los anales del boxeo». Ali no se alteró, alegando que ni siquiera se había molestado en mirar el combate, y que Frazier nunca se había recuperado realmente de la tremenda paliza entre ambos dos años antes. «Yo todavía estaré aquí cuando ellos dos ya se hayan ido”, le dijo Ali a la prensa. Ali bromeó que había perdido varios millones ahora que Frazier había sido destronado, pero él sabía que podría ganar dinero enfrentando a Foreman. Él quería un par de peleas preparatorias, empero, y uno de los nombres en la lista de oponentes era el de un soldado de la Marina estadounidense llamado Ken Norton.

Frazier-Foreman abrió el camino para encuentros épicos en el peso pesado.

Norton enfrentó a Ali en San Diego estando abajo en las apuestas por 5 a 1. Sin amedrentarse ante el aura de Ali, anotó un triunfo por fallo dividido sobre «El Más Grande», enviándolo a su casa con la quijada rota, y transformándose en una estrella de manera instantánea. Mientras tanto, Ali se levantó de entre las cenizas para derrotar a Norton en la revancha, logró su segundo combate con Frazier, a pesar de que el interés había decaído, y ganó ese combate también. De ahí pasó al África en 1974 para derrotar a Foreman en uno de los cambios de manos de títulos mundiales en la historia. Después de eso llegó el choque de desquite final con Frazier, el hoy casi mítico «Thrilla in Manila». Ali se quedó con esa pelea por nocaut técnico en 14 asaltos, estableciéndose una vez más y para siempre como uno de los más grandes de la historia. No hay nadie como Ali para marcarnos el camino a la hora de recuperarse de una derrota sorpresiva.

¿Acaso las victorias sorpresivas de Foreman y Norton arruinaron algunos planes ya armados? Sí. Pero también ayudaron a generar otros cuatro años o más de combates memorables de peso pesado. De todos modos, está claro que esto no sucede todo el tiempo. En 1993, Ray Mercer estaba encaminado a un combate de título de peso pesado ante el campeón Riddick Bowe, pero esa chance se le arruinó cuando cayó por puntos ante Jesse Ferguson en Nueva York. La floja actuación de Mercer fue seguida por una investigación sobre rumores de que le ofreció a Ferguson un soborno para que lo deje ganar. Ferguson terminó enfrentando a Bowe y fue noqueado en el segundo asalto. Mercer, tratando de recuperarse luego de la derrota sorpresiva y el escándalo del supuesto soborno, derrotó a Ferguson por fallo dividido en una revancha. Sin embargo, para Mercer no hubo ningún majestuoso regreso a la gloria, sino apenas una mezcla de altibajos notables. Una década más tarde estaba siendo ofrecido como mero oponente de turno ante Wladimir Klitschko y Shannon Briggs y derrotando a boxeadores desconocidos en Coconut Creek, Florida.

El mismo año en que Mercer perdió sorpresivamente, el muy publicitado retador Tommy Morrison vio cómo su propia carrera también descarrilaba en una sorpresiva derrota. Morrison había derrotado recientemente a Foreman por el relativamente nuevo título vacante de la OMB. Con apenas una derrota en su registro – coincidentemente, una derrota por nocaut ante Mercer – Morrison estaba a apenas unos meses de enfrentar al monarca del CMB Lennox Lewis. Un choque en la ciudad de Tulsa, Oklahoma para ajustar los últimos detalles ante Michael Bentt cambiaron todo para él. Bentt, en lo que fue apenas su 12do combate profesional, noqueó a Morrison en el primer asalto. Tristemente para Bentt, él no pudo capitalizar su gran victoria, porque debió retirarse tras sufrir unas lesiones en su siguiente combate. Morrison enfrentó a Lewis casi dos años después de que aquel combate inicial fuese planeado. Lewis lo noqueó para así destruir lo que quedaba del poder de convocatoria de Morrison.

Lewis también debió superar derrotas sorpresivas en su camino hacia los combates más grandes de su vida. En 1994 se especuló mucho de que Lewis defendería su título ante Bowe, en lo que hubiese sido una lucrativa revancha para estos dos ex estelares amateurs que ya se habían enfrentado en una final olímpica. En septiembre, los dioses de las sorpresas desagradables sobrevolaron el Estadio Wembley de Londres cuando Lewis, favorito por 5 a 1, fue noqueado por Oliver McCall a los 0:30 del segundo round. Lewis ganaría la revancha en 1997, en un bizarro combate en el que McCall pareció tener un ataque emocional, pero para entonces Bowe ya estaba retirado del boxeo y a Lewis se le había acabado la suerte.

Lewis nunca tuvo su combate con «Big Daddy», pero a medida que los años avanzaban, un choque ante Mike Tyson parecía ser un obvio éxito financiero si se concretaba. Todo lo que demoró el combate entre Tyson y Lewis fue una disputa entre las cadenas televisivas que auspiciaban a ambos. Sin embargo, antes de que esos detalles pudieran ser arreglados, Lewis fue noqueado en Sudáfrica por el desconocido Hasim Rahman en lo que fue la Sorpresa del Año para The Ring. Ejemplificando la expresión de «sensación instantánea», Rahman fue de repente el boxeador más buscado del deporte. Todo indicaba que sería él, y no Lewis, quien enfrentaría a Tyson. En lugar de eso, Rahman peleó con Lewis nuevamente y perdió por brutal nocaut en el cuarto. Lewis terminó enfrentando a Tyson tal como se planeaba, frenándolo en el octavo. Ambos ya habían dejado atrás sus mejores años, pero su combate del 2002 en Memphis igual atrajo mucha atención y, al menos durante unos rounds, fue tan dramático como muchos esperaban.

Cualquiera sea el interés que la gente haya tenido en un combate Joshua-Wilder no fue nada comparado con la expectativa previa al combate entre Tyson y Evander Holyfield en 1990. El combate ya se había hablado para hacerse en Atlantic City, con Tyson recibiendo $22 millones garantizados y Holyfield $11 millones, siendo la garantía de Tyson la mayor hasta ese momento en la historia del deporte. Ahí es cuando entra James «Buster» Douglas, un retador de segunda línea ofrecido como sacrificio ante Tyson para entretenimiento de empresarios ricos del Japón. Con Holyfield gesticulando su descontento en el ringside, Douglas logró dar el batacazo más grande de la historia, ignorando la desventaja de 42 a 1 en su contra y noqueando a Tyson en el 10mo round. Una pelea entre Tyson y Holyfield todavía estaba en tratativas cuando Tyson fue enviado a la cárcel por violación en 1992. No fue sino hasta 1996 que pudimos ver la pelea entre Tyson y Holyfield, seis años después de que fuese originalmente planeada. A pesar de que ambos boxeadores parecían ya desgastados por los años, seguía siendo un combate vendible, y la sorprendente victoria de Holyfield abrió el camino al muy lucrativo choque de revancha, un evento que quedó en la memoria popular tras la descalificación de Tyson por morder a Holyfield en la oreja. ¿Acaso Tyson vs Holyfield hubiese sido una pelea más grande en 1990 cuando ambos estaban invictos? Sí, claro. Pero aun así resultó ser un clásico. Y está en duda que Tyson y Holyfield en 1990 hubiesen creado los números que lograron en la revancha de 1997, que recibió casi dos millones de compras domésticas de pay-per-view.

La sorpresiva derrota de Mike Tyson a manos de Buster Douglas destruyó su aura de invencibilidad, pero igual siguió generando muchas ventas de PPV. (Foto por Michael Brennan/Getty Images)

Cuando se discuten sorpresas en el peso pesado que sacudieron el negocio, tenemos que mencionar aquel momento en 1936 en el que la tierra se sacudió cuando Max Schmeling, estando 10-1 abajo en las apuestas, anotó un nocaut en 12 asaltos sobre Joe Louis en el Yankee Stadium. En aquel momento, Louis estaba considerado ya como el salvador del deporte de fistiana, un joven dínamo que tenía la certeza de poder destronar al campeón Jim Braddock, quien había ganado el título un año antes dando el batacazo ante Max Baer. Schmeling sacudió repetidamente a Louis con derechazos hasta que el nativo de Detroit de 22 años de edad cayó para recibir un conteo completo, con su rostro hinchado como una calabaza. El año siguiente se fue en intrigas políticas y habladurías mientras el promotor Mike Jacobs reconstruyó rápidamente la reputación de Louis al enfrentarlo con gente como Jack Sharkey y Bob Pastor (rivales fáciles para Louis) mientras que Schmeling era rechazado metódicamente en sus propuestas para enfrentar a Braddock. Jacobs jugó con los miedos sociales del momento, preocupado de que Schmeling pudiese derrotar a Braddock y así se lleve el campeonato a la Alemania nazi. En junio de 1937, Louis peleó con Braddock por el título casi al mismo momento en que lo hubiese logrado si derrotaba a Schmeling en el ‘36. Louis noqueó a Braddock en el octavo, dejando al «Hombre Cenicienta» hundido en un charco de su propia sangre y alzándose con el campeonato como todo el mundo lo esperaba. Justo a tiempo.

La derrota ante Schmeling había cambiado mucho la carrera de Louis. Naturalmente, él escuchó muchas críticas en los meses subsiguientes, y fueron todas casi tan malas como las que ha escuchado Joshua. Probablemente fueron peores. Louis las aguantó, derrotando a Schmeling en una revancha, y transformándose en héroe nacional en ese proceso. Quizás Joshua aprenderá un par de cosas de lo que le pasó a Louis y se recuperará derrotando a Ruiz en la revancha. Podría demostrarnos una vez más que los resultados sorpresivos no son el final de una carrera. Usualmente, no son más que una piedra en el camino, y ese camino no siempre lleva a Coconut Creek.